“Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Y del Universo no estoy seguro”. Albert Einstein….sobra cualquier comentario que pudiese empañar esta reflexión.
Vivimos, o tal vez nos apropiamos de la vida ajena, en el marco de un universo muy subjetivo; nuestro universo.
En nuestra relación con los animales somos muy doctos, reyes del mambo y doctores honoris causa de la etología.
Para todo tenemos una sesuda explicación, no existe comportamiento animal que no seamos capaces de diseccionar hasta la médula.
Y sin embargo llevamos siglos sin poder dar una sola explicación convincente a la maldad humana, a la crueldad más refinada, a la sistemática capacidad de destrucción del hombre por y para el hombre.
El mal es demoníaco y por lo tanto sobrenatural, resulta una recurrente explicación y sobre todo una eximente completa; pero nos precede, los hechos nos preceden.
Buscamos relacionarnos con el mundo animal, es una necesidad inherente al ser humano; quizás un reflejo inconsciente de nuestro pasado.
Y en esa relación establecemos un universo, faltaría más; a nuestra medida cual traje de sastre, sin fisuras y totalmente adaptado a nuestras modernas y chirriantes necesidades.
Hay casos en los que el asombro deja paso a la perplejidad….. y algunos terminamos con un supino cabreo digno de portada.
Llegamos a operar perros de las cuerdas bucales para que sus ladridos no molesten a los vecinos – casos extremos pero reales, en Japón se produce de un modo alarmante -, los adiestramos en obediencia cual autómatas, en ataque y defensa cual herramienta mortífera; y los convertimos en payasos a nuestra medida.
Es la evolución, son los tiempos modernos…… o es el culmen de nuestra propia incapacidad. El hombre tuvo siempre al perro a su lado, desde tiempos prehistóricos supo sumar la obediencia y lealtad de los primeros ejemplares para fines muy concretos.
Siempre hubo una tarea, una convivencia que dotaba a esa relación de un nexo, de un vínculo que armonizaba al ser humano con el animal.
Hoy ya apenas tenemos otra tarea – si examinamos la población canina en su conjunto – que insertar al animal en nuestras vidas y en sociedad.
Y aquí llega el problema con determinadas razas, la evolución de casi todas ellas es tan dilatada en el tiempo que los ejemplares de hoy son el resultado de una selección genética y etológica a nuestra medida.
Sus instintos naturales han sido encauzados, moldeados hasta lograr lo que deseamos, lo que conviene a nuestro modo de vida.
Pero he aquí que además de ser previsores, planificadores y extremadamente certeros…en ocasiones somos muy burros.
Cuando las circunstancias, concretas y muy especiales, hacen que se genere una nueva raza heredamos las consecuencias. Heredamos lo buscado y pretendemos lo contrario.
Queremos, y nos empeñamos, en que determinadas razas sean lo que nunca han sido y nunca debieran llegar a ser.
Somos muy nuestros y capaces de meter a una boa constrictor en un terrario de por vida, faltaría más…y si es necesario tener un león, operado de las uñas y sin colmillos dentro de una jaula en el jardín de casa, lo hacemos.
Tenemos los medios, en ocasiones el vacío legal, y siempre la autoridad moral de nuestro universo particular.
El perro lobo checoslovaco no es una excepción, muy al contrario es el resultado de lo que se planificó con esta nueva raza; es la unión de un lobo con un pastor alemán de trabajo…y no hablamos de los tiempos de Alejandro Magno.
Heredamos esta maravillosa raza y creamos un universo para ella; optamos por convivir con ellos pero en ocasiones olvidamos su naturaleza, olvidamos su esencia, olvidamos su verdadero ser.
El perro lobo checoslovaco ya no guarda fronteras ni persigue seres humanos por los montes de la Europa del Este; ya no vive aislado en una perrera con el contacto casi exclusivo de su guía y adiestrador.
Se ha realizado una ingente, admirable y perseverante, labor de trabajo en la selección y en la integración de esta raza en nuestra sociedad actual.
Hemos sabido acercar las características naturales a nuestro entorno, pero somos muy burros y de lo anterior estamos logrando poco más que anular, casi por completo, la esencia….. la naturaleza y el ser de esta raza.
Nos empeñamos en demostrar que son simples perros, que un plc puede y debe estar en un pipi – can rodeado de otros ejemplares, y además actuar como el más “equilibrado” de los canes.
Que puede y debe tolerar nuestras ausencias ….aunque para ello lo tengamos que meter en una jaula. Que debe inhibir su natural dominancia con otros ejemplares a base de palo y tente tieso o mil y una “técnicas” para inhibir su comportamiento.
En definitiva……¿qué queremos obtener de esta raza?……. ya tenemos la belleza y su lado morfológico lobuno; tenemos la parte bonita, atractiva y llamativa.
Y con el resto…. ¿qué hacemos?, doblegar sus instintos parece ser el camino; erradicar comportamientos naturales el objetivo.
Y yo, personalmente, asumo su ser, respeto sus instintos y admiro su naturaleza; convivo con ellos, con el esfuerzo necesario para que nunca, jamás, sean ni por asomo una molestia… y mucho menos un peligro para nada ni nadie.
Opté por esta raza, sabiendo que me acercaba a un animal muy diferente a cualquier perro; he comprobado – a lo largo de estos casi tres años – que soy un privilegiado que ha recibido mucho más de lo que he perdido por el camino.
Pero nunca he creado, ni crearé, un universo a mi medida; puede que esté equivocado y debamos quedarnos sólo con la morfología….pero personalmente lo que me llena de vida, lo que me enseña cada día, es su carácter ….sus costumbres lobunas, su desmedida astucia….su natural manera de relacionarse con el entorno.
Su infinito universo es tan real como el sol que nos alumbra, un universo muy diferente al nuestro…..sólo deseo que la estupidez no destruya todo lo real, todo lo que hace de esta raza ser lo que son…..no lo que quisiéramos que fuesen.
Para lo último tenemos dónde escoger.
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