“Existe gente que está tan llena de sentido común que no le queda el más pequeño rincón para el sentido propio”. Don Miguel de Unamuno y Jugo escritor y filósofo bilbaíno de la generación del 98.
El sentido común, a lo largo de los siglos, ha sido ensalzado cual valor indiscutible; demoledor don sin el cual nadie puede ser encuadrado en las huestes sociales.
Y haciendo camino, día a día, se ha convertido en un marchamo de la denominación de origen en la especie humana; sin sentido común no hay credibilidad.
Y qué quieren que les diga, las máximas indiscutibles me resultan sospechosas; cualquier intento de encorsetar el ser tiene un cierto aire sectario.
Por supuesto que el equilibrio entre el individuo y la sociedad debe ser armónico, que duda cabe; pero si primamos la colectividad intelectual estamos destruyendo la capacidad individual del ser humano.
Puede prevalecer el sentido común en todo lo que ustedes quieran, pero nunca olvidemos que existe un sentido propio capaz de enfrentarse con dignidad al más común y manido de los sentidos.
Pongamos por ejemplo la relación hombre animal, y hallaremos máximas que indican que el sentido común aparta de la lógica social comportamientos y actitudes que nacen en el sentido propio.
Tener un perro lobo checoslovaco resulta, aparentemente, de poco sentido común; y no torzamos el gesto ni pongamos cara de asombro. Nadie nos va a otorgar sentido común, al menos dentro de la inmensa mayoría social.
Nuestra sociedad tolera y permite comportamientos encajados en valores en alza; todo aquello que se salga del marco resulta, cuando menos,un bodrio.
Podrá usted tener lo que quiera, probablemente el mero hecho de tener sólo se considere una excentricidad.
Tener un perro con apariencia de lobo resulta llamativo y hasta curioso, provoca asombro e interés; es la fachada que todos ven a diario; “mira el de los lobos”.
Tras esa fachada aparente, tras esa primera mirada de asombro, existe mucho más que el mero hecho de tener un animal tan diferente; tan diametralmente opuesto a otras razas.
He llegado a la conclusión, nada común y si absolutamente personal, que tras esa fachada de apariencia existe un denominador común nada generalizado.
Todo aquel que opta por esta aventura, por este camino junto a estos animales tan diferentes, es ante todo un claro ejemplo de rebeldía personal.
Suena algo estúpido, lo se, incluso aparentemente ridículo; pero consideren el cambio radical que conlleva la convivencia con esta raza, al menos permitanme el beneficio de la duda.
Esta nuestra sociedad, cada día más centrada en el despropósito, propicia la acción de tener, de poseer de manera caprichosa cualquier bien material.
Tener un animal resulta juzgado de otro modo, tolerado mayoritariamente, valorado como locura en algunos casos y siempre desde un prisma materialista.
Pero cuando el animal es diferente, cuando además requiere de una especial dedicación, cuando es llamativo y semejante a un animal “salvaje” entonces el aplastante sentido común sentencia.
Y de modo poco favorable en ocasiones se nos tilda de locos ; y acepto el calificativo, hay que tener un cierto grado de locura para convivir con un plc, hay que ser cuando menos diferente, de hecho muestra una diferencia notable.
Diferencia que no eleva a nadie ni lo arrastra por el suelo, tan sólo es un hecho.
Palpable en cuanto tener un plc implica ser cuando menos algo diferente a los moldes establecidos por el sentido común.
Quizás un signo de rebeldía, tal vez una demostración de inconformismo, y en todo caso un compromiso personal.
No creo en absoluto que ningún propietario de plc sea diferente por el mero hecho de tener un ejemplar, sí creo que todos ellos han optado por una especial elección; que quizás, tan solo quizás, demuestra un ser cuando menos curioso.
Capaz de valorar la diferencia, asumiendo una gran responsabilidad, dando un giro a sus propias vidas y colocando en la balanza de las mismas un peso importante.
Por que tener implica en algunas ocasiones ser, exponerse a los demás implica ser juzgado; y se nos juzga guste o no. En aras del sentido común tenemos cabida o exclusión en esta sociedad.
Y realmente me preocupa muy poco si esta raza tiene cabida o no en esta sociedad, no pretendo imponer nada a nadie; pretendo ser yo mismo, preocupado eso sí por su conocimiento, admirado por su diferencia y satisfecho por sus logros.
Pero siempre desde un sentido propio y por lo tanto alejado del común, tengo a estos animales porque soy yo mismo; no pretendo nada más allá que vivir una experiencia única, aprender cada día y ser un poco más real ya que me acercan a otra realidad.
Y sé que en ocasiones esta raza colisiona con su entorno, asumo que no resulta sencillo, pongo todo lo necesario para evitar conflictos y sobre todo nunca impondré su presencia a nadie.
Sólo pido que el sentido común respete mi propio sentido, porque tener un perro lobo checoslovaco cuando menos demuestra ser capaz de abrazar una diferencia.
Que cada cual opte por aquello que crea oportuno.
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