“Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos“. Nicolás Maquiavelo, historiador, político y teórico italiano fallecido en 1527.
El sabio Aristóteles afirmó que somos fundamentalmente tres cosas, lo que los demás ven, lo que creemos ser y lo que realmente somos.
En la era de la imagen, verdadera lacra social, todo se simplifica de un modo alarmante. Somos aquello que parecemos y punto, somos la superficie de los estereotipos; y además sufriremos rechazo si esa imagen no se ajusta a lo establecido, no hay lugar para las personas, animales u objetos diferentes.
Prima de un modo alarmante la imagen de una belleza superficial, se eleva a los altares de lo perfecto la superficie y se denosta e ignora el propio ser.
Las apariencias son una lacra, una marca a fuego que persigue a todo lo que no se ajuste al patrón imperante. Se fomenta un colectivismo social tan increíble como la oscura etapa de los jemeres rojos en Camboya.
Las relaciones humanas se virtualizan, el aislamiento juvenil tras las redes sociales se incrementa, el nivel de conocimientos se ciñe exclusivamente a lo básico y las apariencias marcan la pertenencia o la marginación.
Todo en esta sociedad está sujeto a criterios estandarizados, se nos enseña a seguir tendencias; la reflexión y el propio conocimiento son aspectos abandonados.
Lo que nos rodea debe estar ajustado a dichos patrones, o nos convertimos en “raritos”; a este paso perderemos las extremidades en la propia evolución de las especies, olvidaremos la importancia de un libro, seremos incapaces de escribir en un folio de nuestro puño y letra.
Las palabras son importantes, la tradición oral dio paso a la escritura marcando un hito en el devenir de las civilizaciones; acabar con ello significará perder la libertad, la capacidad de decidir en base al conocimiento.
Toda apariencia es una impostura relativa, tras ella encontraremos mil y una razones mucho más importantes que esa primera impresión. En el perro lobo checoslovaco encontramos tal cantidad de apariencias que resultan abrumadoras.
La primera apariencia impactante es la belleza salvaje, engancha a primera vista; la palabra lobo se desgasta de tanto escucharla en boca de niños y adultos, siempre he mantenido que dicha belleza es realmente uno de los estigmas de la raza.
Puedo estar equivocado, probablemente, pero esa atracción se convierte en fatal cuando tan sólo se valora la superficie morfológica; un animal de compañía como el plc apareja mucho más tras de si que la belleza natural.
Y por desgracia algunas personas se quedan en esa primera impresión, en ese cuadro inanimado. El hombre ha logrado una raza tan extraordinaria a la vista como compleja en su devenir, ese es el precio real.
Sin embargo, si ahondamos en ello descubriremos un lado poco conocido y engañoso; una segunda apariencia impactante y que puede causar miedo, rechazo y marginación.
El perro lobo checoslovaco en su interacción, fundamentalmente entre ellos y con otros perros, es aparentemente bruto, bestia y desmedido.
Su ritual es tan cercano al aprendizaje en la naturaleza, tan próximo a lo que un grupo de lobos haría que nos impacta.
Sus juegos son entrenamientos de acoso y derribo, perfeccionamiento de estrategias de caza.
Y los son por pura genética, memoria transmitida y no aprendida. Impactante a la vista y oído, y si en el juego se superan determinadas barreras aparecerá el poderío real de la raza; pelo erizado, hocico levantado enseñando unos impresionantes colmillos y sonidos guturales para poner los pelos de punta.
Apariencia, por regla general, y un extraordinario despliegue de mecanismos de advertencia, de pura defensa natural; las señales de un plc son muy importantes y no marcan otra cosa que un lenguaje de comunicación tan rico como llamativo y eficaz.
Pero hemos de reconocer que todo lo anterior es muy difícil de entender, incluso para nosotros los propietarios de plc; no digamos ya para otras personas que, con perros de otras razas, pueden llegar a ser testigos de ese comportamiento.
Nada de lo descrito es el resultado de un peligro inminente, o de uno potencial, es simplemente el código de conducta y las señales del perro lobo checoslovaco; diferente a otras razas e innato a su esencia.
Pondré un ejemplo real, vivido casi a diario, convivimos con dos ejemplares y la interacción entre ellos es un libro abierto si deseamos leer; los juegos diarios conllevan persecuciones por toda la casa, presas en el cuello y las patas; verdaderas demostraciones de fuerza, y en multitud de ocasiones alguno de los dos supera la barrera de lo que el otro tolera.
En ese momento, inolvidable por lo impactante la primera vez que lo vivimos, se produce lo que aparentemente es una pelea salvaje con movimientos rápidos colmillos al aire, dentelladas a diestro y siniestro y rugidos escalofriantes…..resultado, ni un sólo mordisco o daño…..y al instante ambos ejemplares guardan una distancia prudente para aproximarse y dedicarse varios lametones y aquí no ha pasado nada.
Interpretar lo anterior resulta complejo, pero lo que es evidente – en este nuestro caso – es la nula voluntad de causar daño; apariencia teatral o muy real pero alejada del peligro.
Manejar estas situaciones, en un entorno exterior, es tan complicado como pretender que cualquier persona lo entienda a primera vista; pocos verán lo que realmente son y todos se quedarán con lo aparente.
Y soy muy consciente de que las explicaciones, la información en tiempo real que intentemos dar, nunca alejarán el asombro en otros propietarios de perros; dependerá de la persona, entender o rechazar a estos ejemplares…y a nosotros convivir con el engaño de una apariencia que, no está hecha a la medida de esta sociedad….y es totalmente comprensible.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.