“La naturaleza vuelve a los hombres elocuentes en las grandes pasiones y en los grandes intereses“. Francois Marie Auret, más conocido universalmente por Voltaire, escritor, historiador, filósofo y abogado francés fallecido en el 1778.
Voltaire es considerado uno de los grandes representantes del movimiento denominado “ilustración”, periodo en el que se sublimó la razón human, la ciencia y el respeto hacia la humanidad.
La naturaleza nos afecta queramos o no, nuestra propia naturaleza ejerce un influjo poderoso; somos un producto primigenio de la vida en el planeta, quizás no el más ejemplar, con toda seguridad el más destructivo.
Pero lo que resulta indudable es que aún hoy, a pesar de siglos de empecinada obsesión por erradicar nuestros propios orígenes, en cada ser humano subyace una especial atracción hacia lo natural.
Natural es sinónimo de naturaleza aunque lo disfracemos de lagarterana, y en la era de la globalización, y de las nuevas tecnologías, sufrimos un irremediable mal.
El de la más absoluta soledad, esta sociedad prima de un modo obsesivo la comodidad de lo virtual; llegados al extremo de olvidar hasta la escritura y la conversación; la tecnología nos conduce a la comodidad de comunicarnos virtualmente, de comprar virtualmente, de odiar y amar virtualmente.
De tal modo que, en ocasiones, un aparato electrónico se convierte en nuestra única ventana al mundo; amamos, odiamos, nos divertimos y vivimos pegados a esa pequeña ventana.
Irremediable quizás, arrasador cual horda esteparia sin duda; estamos perdiendo el contacto con lo verdadero, dejamos atrás escuchar de viva voz historias, sentimientos y sensaciones.
Nos obliga a vivir pegados a esa pequeña ventana, en la que un mundo virtual nos envuelve cual seno materno; nos sentimos seguros, podemos disimular o fantasear, sabemos mentir cuando es necesario y sobre todo nos obliga muy poco a ser nosotros mismos.
Este fenómeno cabalga desbocado, sin darnos cuenta nuestra vida no es imaginable si nos retirasen el dispositivo móvil o el ordenar personal; podemos hacer una prueba, sencilla y determinante, pasemos un sólo día sin esa drogodependencia.
Sin embargo el ser humano siempre es rebelde con causa, capaz de lo mejor y lo peor; y nuestro lado natural es cabezón, sentimos una necesidad visceral, nada cognitiva, por acercarnos a lo verdadero.
Por suerte nada es absoluto, nada es inmutable, y a pesar de todo lo negativo que nos rodea nos queda el derecho a escoger; y algunos optamos por la locura, por el sol, el barro, la lluvia y el olor a naturaleza.
Optamos por convivir con un perro lobo checoslovaco, escogemos dedicar una parte importante de nuestro escaso tiempo libre a vivir; una vida nada virtual, un tiempo plagado de momentos y sensaciones.
Pero además no lo hacemos en soledad, la grandeza de esta raza nos empuja de manera gregaria a conocer a otros locos como nosotros; cada artículo que he publicado a tenido como nexo de unión la raza, hoy quisiera ensalzar a todos aquellos que optaron por esta locura nada transitoria.
Es curioso cómo los seres humanos se aproximan por afinidades de lo más extrañas, somos gregarios y sociales con un punto ácrata muy destacado; y con esta raza existe un peaje indiscutible, la obligada necesidad de compartir.
Compartimos experiencias cual madres primerizas, ponemos en común nuestras cuitas y desgracias; pero lo más importante sin duda es que conocemos a personas.
Personas que como nosotros han optado por algo extraño, seres humanos que ponen en valor lo natural, lo bello, lo auténtico; ni mejores ni peores que otros, tan sólo diferentes.
Y no nos llamemos a engaño, sería ridículo, de todo hay como en botica; pero obviaré lo que considero la casta suprema, me quedo con la plebe, con aquellos que convivimos a diario con nuestros ejemplares, observamos, nos esforzamos y sobre todo respetamos la esencia de la raza.
Gente sencilla, y que a lo largo de estos años me han demostrado tener un valor único; un gran corazón, una tremenda humanidad y ante todo una extraña capacidad de acogida.
Cada ser humano arrastra una historia personal, problemas, filias y fobias; pero cuando nos une algo como esta locura he de afirmar que me sorprende la capacidad de comprensión, de aceptación.
Poco importa lo que tienes, nada de dónde seas, o a qué te dediques, lo realmente importante es que tu opción es común al resto y ese resto te acepta con los brazos abiertos.
Ñoñerias las justas, no se trata de dibujar los mundos de Yupi; se trata de ensalzar un fenómeno curioso, al menos a mi me resulta muy sorprendente.
He podido comprobar cómo personas que apenas se conocían, tan sólo virtualmente, han abierto las puertas de su casa, han acogido a un grupo de locos con sus salvajes ejemplares y han convivido durante días de un modo envidiable.
Algo hay en esta raza que une a personas muy especiales, algo en esa elección genera un vínculo humano muy fuerte; y en estos tiempos de egoísmo, de individualismo y de la supremacía de lo material me declaro asombrado y rendido ante ello.
No es normal recuperar la ilusión por compartir con los demás, no resulta habitual mostrar sincera preocupación por las cuitas del resto; algo positivo nos otorga esta locura.
He conocido grandes personas gracias a esta raza, del mismo modo he conocido personajes y personajillos; de todos ellos he aprendido a ser un poco más tolerante, o radicalmente intransigente, y sobre todo he aprendido a vivir con intensidad.
Voltaire no se equivocaba al afirmar que la naturaleza vuelve elocuentes a los seres humanos, en las grandes pasiones y los grandes intereses.
Personalmente agradezco a esta raza muchas cosas, y me quedo con esa ventana real hacia lo natural, lo verdadero y el acercamiento humano; con miserias y alegrías pero con el calor de quién desea compartir….irremediable, por suerte.
P.S.
Este artículo está dedicado a una gran persona que me impulsó a escribirlo. ……va por ti lady.
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