“Es difícil dar una definición de la lealtad, pero quizás nos acercaremos a ella si la llamamos el sentimiento que nos guía en presencia de una obligación no definida.”. Gilbert Keith Chesterton, escritor y periodista británico etiquetado como el “príncipe de las paradojas” y más conocido como G.K. Chesterton; falleció en 1936.
Nuestra lealtad debiera volcarse para con el planeta y las especies que lo pueblan, la obligación de sobrevivir no debe ser para con nosotros mismos.
Estas palabras pronunciadas por Carl Sagan – astrónomo estadounidense – son un perfecto resumen de la tragedia que cada día consolidamos en nuestro entorno.
La cuestión es que la chulería corporativista de nuestra especie, ese halo diabólico que nos guía, nos convierte en todo lo contrario.
Somos primarios, histriónicos egoístas y ante todo zoquetes renacentistas; nos preocupa un bledo nuestro entorno y nos la trae al pairo si exterminamos especies animales o si las convertimos en payasos de circo.
¿Dónde queda nuestra lealtad?….en nosotros mismos, en nuestro paso efímero por el planeta y en definitiva en una actitud de “cigarra compulsiva”.
Y seguimos encantados de habernos conocido, miramos hacia otro lado ante realidades abrumadoras; agotamos recursos naturales, contaminamos el planeta y exterminamos especies cual vídeo juego salvaje.
Pero no importa, es algo consustancial a nuestra época; este siglo es heredero de los anteriores.
La salvaje industrialización ejerció su papel acunando a la criatura que hoy somos, las sociedades del “bienestar” crecieron a costa de profundas heridas en la tierra y en el aire que nos sustentan.
Y el reino animal pagó su peaje día a día, de manera sistemática e imparable; y miramos de reojo, con cierta sensación de asombro, cuando observamos que esto ya no lo conoce ni la madre que lo parió.
Cantos de sirena….. lo sé….voces que se perderán en la maraña social de las prioridades, pero me resisto a permanecer en silencio.
Cuando optamos por convivir con animales, cuando compartimos nuestras vidas con ellos, se produce un extraño proceso; un sutil intercambio vital. Recibimos mucho a cambio de muy poco.
El perro lobo checoslovaco es especial, diferente y único; convivir con ellos me ha enseñado a respetar su SER.
Descubrir su forma de comunicarse es algo mágico, especialmente su mirada; esa profunda y limpia mirada, directa a nuestros ojos, que por sí sola reúne siglos de sabiduría.
Aprender con ellos es algo sustancial, inherente a la convivencia, descubrir su sabiduría arcaica es una experiencia única.
Observar su comportamiento en plena naturaleza es un regalo para los sentidos…… alejados de “problemas” y polémicas sobre si es “niño o niña”……en su entorno natural es dónde ejercen su reinado.
Monarcas absolutos del trote elegante y sutil, soberanos indudables de la agilidad más espectacular y reyes permanentes del bosque.
Nuestro afecto se ve recompensado por su lealtad, por su especial entrega no exenta de rebeldía, lealtad de un ser vivo y fuerte; lealtad de un animal con una historia milenaria que fluye por sus venas.
De afectos y efectos está el mundo lleno, nunca existirá una acción sin consecuencias…..y en nuestro caso el afecto provocará efectos notables.
Un plc nos obliga a regresar a la naturaleza, nos impone a diario el ejercicio de la observación y el pasmo; provoca en nuestras vidas cambios notables y que por ende generan actitudes y comportamientos que considero positivos.
Aprendemos a valorar lo importante, mantenemos la alerta ante lo banal y ejercemos nuestro papel de compañeros de viaje.
Un viaje personal, sin duda, en el que cada uno deberá llenar la mochila con aquello que crea necesario; pero en ese camino, como en todos, lo importante no es el destino….incierto por otro lado…lo importantes es el propio trayecto y cada segundo en el que vivimos nuestras vidas compartiendo tanto con ellos.
Creo sinceramente que nos cambian la vida, los altibajos de esa convivencia son positivos; todo lo que vale cuesta y el perro lobo checoslovaco vale demasiado para costar poco.
Levantamos nuestro ánimo ante cada fracaso, y nos llenamos de energía ante cada pequeño logro; esta opción es vital, provoca vida a raudales y saca nuestro perezoso culo de sillones y mullidos sofás….. para acercarnos a ese mundo olvidado y poco respetado.
Nos enseña a valorar atardeceres, sonidos, olores y sensaciones; nos obliga a permanecer alertas y descubrir secretos ocultos…nos aporta un poco de la esencia del ser humano siglos atrás.
Mi afecto está sobradamente recompensado por efectos imborrables, es muy difícil definir la lealtad pero sí soy consciente de que un sentimiento permanente me guía en pos de una obligación aceptada y de la que me siento orgulloso…
Comparto mi vida con ellos.