“Todos los cerebros del mundo son impotentes contra cualquier estupidez que esté de moda.” Jean de la Fontaine, fabulista francés fallecido en 1695.
Las modas son inherentes a nuestra sociedad, las tendencias marcan el paso de un modo sibilino; condicionan y moldean voluntades y sobre todo necesidades.
Y hete aquí que la moda de los animales en televisión crece, se expande y provoca situaciones de difusión vergonzantes con tal de subir la audiencia.
Necesitamos gilipolleces para sentir unos minutos de pasmo, unos segundos de asombro y esbozar una sonrisa admirable; somos así de superficiales y nos contentamos con el instante, con esa fugaz visión del momento que nunca proporciona la realidad que se oculta tras esa fugaz imagen.
Pero la mala leche fluye cuando comprobamos el engaño, cuando observamos que tras las gilipolleces enseñadas a un animal salvaje se oculta toda una vida repartida entre circos y rodajes.
Una cadena televisiva inició hace poco la andadura de un nuevo programa, el formato presentar animales sorprendentes; pero no piensen que deben ser sorprendentes por su naturaleza, por su instinto o por su belleza natural.
En absoluto, la sorpresa debe contener la habilidad aprendida para realizar gilipolleces varias que van desde bailar hasta soplar en una trompeta.
Y vende, vende tanto que consumimos y hacemos consumir incluso a los niños las “monadas” de determinados animales.
Se podrá estar de acuerdo con la utilización de animales de compañía para exhibir habilidades graciosas, no lo discuto partiendo de una premisa … todos ellos, o casi todos, forman parte de un núcleo familiar, conviven con sus dueños y mantiene un vínculo que va mucho más allá de las “monerías” que el animal aprendió.
Pero cuando un animal salvaje, libre en la naturaleza, pleno en su grandiosa libertad, comparece ante las cámaras de televisión soplando en una trompeta y bailando con un hula-hop algo se me revuelve en lo más hondo de mi natural desconfianza.
Una osa no toca la trompeta ni baila el hula -hop porque sí, una osa de más de 300 kilos no convive en un núcleo familiar ni comparte otro vínculo que no sea el de la dominación.
¿Quieren saber cómo se adiestra tradicionalmente a un oso?….no es un secreto, no es la piedra filosofal y sin embargo acompaña, cual estigma envilecedor, a la mayoría de personas que exhiben a osos desde hace cientos de años.
El oso, al margen de su especie, es un animal solitario y tímido, territorial y libre hasta la saciedad; para domesticar a un animal de estas características, y lograr que realice estupideces, la premisa imprescindible es doblegar su condición.
Acabar con su condición y dominar su comportamiento es el paso inicial, y en centro Europa existe una permanente tradición “adiestrando” osos para goce y disfrute de turistas, circos y demás eventos lucrativos.
Lo primero que se hace con cualquier úrsido es arrancar los dientes, cortar las garras y perforar el hocico…si, ese es el comienzo que nadie quiere conocer.
Tras el baile de hula-hop, tras el soplado de trompeta y los cortes de mangas se esconde una historia muy diferente.
Pero es que además, tras la historia de la osa Tima, que así se llama, se esconde una vida realmente significativa; reparte su cautiverio entre cuatro circos, si….han leído bien, cuatro circos, compaginando dicha “actividad” con platos de televisión y eventos varios.
Hasta aquí la trama, hasta este punto la parte que televisión no muestra ni mostrará nunca; pueden buscar en internet y localizar vídeos de cómo se les mutila para dar inicio a su “adiestramiento”…son escalofriantes.
La corriente de indignación, tras la aparición de Tima en nuestras pantallas, ha sido definida, por muchos medios, como proveniente del mundo “animalista”…y aquí me perdonaran pero se me enerva hasta la fecha de nacimiento.
Animalista….al margen de las definiciones académicas, que pueden tildar a esta acepción como movimiento en defensa de los derechos de los animales, la palabra me resulta simplista, vacua y estúpida.
Nos retratamos cada día, arrasamos con lo natural, doblegamos la libertad animal y ¿hemos de etiquetar nuestra indignación?.
Debemos ser muy trasnochados para no entender que, la repulsa por hechos como el que reflejan estas líneas no nace de militancia alguna.
Debemos ser muy cenutrios para no soportar la reacción ante hechos como el presente, no señores no hace falta ser animalista ni verde, ni rosa…..tan sólo es necesario sentir, respetar, valorar y creer firmemente en un futuro mejor para nuestra tierra y su vida natural.
¿ Imaginan ustedes a un perro lobo checoslovaco en la tomatina de Buñol, en plenos San Fermines o en Magaluz en plena hora bruja?….el espacio, la condición y la libertad de un animal es inherente a su ser.
Doblegar todo ello es un acto inicial de violencia con consecuencias impredecibles, observen la reacción de muchos de estos animales, tigres, osos, elefantes…cuando algo en su interior revienta, cuando algo en su psique explosiona y arremeten contra todo ser humano que se encuentre a su alcance…
Pero siempre es preferible sonreír ante la osa tocando la trompeta, es preferible no conocer qué se esconde tras ese momento televisivo.
Y mientras, en algún lugar de Europa, se clavan estacas de madera al suelo para amarrar con cadenas a un oso, para cortar sus garras, para sujetar sus belfos con un alicate mientras se le perfora con un hierro….escuchen sus gemidos de dolor mientras la sangre de sus patas y de su boca mancha el verde del suelo….
Tras este ritual observen a la osa Tima tocando la trompeta…….y entenderán hasta dónde la ignorancia es atrevida y la impotencia dolorosa.