Tener un perro lobo checoslovaco no está exento de momentos únicos, diría que en los primeros meses de vida está sembrado, momentos que van desde el asombro, la ira, la desesperación, la risa, la carcajada y el más absoluto cachondeo…..
Recuerdo, con media sonrisa de esas que te hacen pensar si uno está en sus cabales, como hace unas semanas la criadora de Ciro – nuestro cachorro de plc – cuando nos entregó al “orco” nos obsequiaba con una botella de aguardiente polaco….y con rostro divertido sentenció; ” es el complemento ideal para cuando te den ganas de estrangularlo“.
Y es que los daños “colaterales” son casi siempre inevitables, existen excepciones – algunas verdaderamente impresionantes- pero la regla general es que todo perro lobo checoslovaco tiene un verdadero fervor hacia el “interiorismo”, el “paisajismo” y en general la decoración, la electricidad, la fontanería e incluso la moda.
Que nadie se escandalice, y mucho menos se vean mermadas sus ganas de tener un plc, como diría un castizo “es lo que hay”. Y desde luego la realidad suele superar con creces a la ficción. El cachorro llega a casa, lo observas con esa mirada inocente……..¿inocente? no señor, es una mirada astuta y observadora; te mira a los ojos y te desconcierta…así podría definir mi primer contacto en terreno no “neutral” con Leah y posteriormente con Ciro.
Su astucia llega a extremos increíbles, cómicos en ocasiones, su terreno abonado es la privacidad; y el propio deseo de explorar, tocar, mover, morder y descubrir todo lo que le rodea. Pero sería poco asombroso si todo quedase en esa voraz pasión por destruir.
Leah convivió durante casi dos años con nuestro bulldog inglés, la comida era una obsesión para Anibal – cosa muy normal en la raza – pero no en el caso de Leah que siempre hizo gala de una incipiente “anorexia”…digamos que la comida no le motivaba en absoluto. Pues bien, uno de los deportes de Leah – compañerismo exacerbado – era de lo más curioso y sobre todo elaborado.
Aprovechando el horario matutino, en el que ambos se quedaban solos en casa, la susodicha loba no tenía mejor idea que asaltar la cocina aprovisionándose de galletas, cereales, cajas de leche, tostadas y cualquier vianda que hubiese en el lugar.
Pero no lo quería para ella, nada de lo anterior le gustaba en absoluto, sino que de manera estudiada le subía al bulldog todas las vituallas escaleras arriba. Cuando llegabas a casa al mediodía, lo primero que resultaba extraño era que la loba no saliese a recibirte con sus habituales saltos y mordiscos….mal asunto…y lo primero que encontrabas era un reguero de las pruebas del “delito” que llevaban desde las escaleras hasta el piso superior, migas, bolsas de plástico, cartón etc.; y la loba arrinconada junto al bulldog con las orejas hacia atrás moviendo el rabo como loca y mirándote con cara de “me perdonas, me perdonas…no era para mi”. Pasado el momento de ira, pasada la sorpresa, me la quedaba mirando y yo mismo me partía entero con la situación…..
Una simple anécdota, una pincelada que acompaña la conviviencia con estos animales. Nuestra capacidad de asombro sigue siendo ilimitada a día de hoy. Y por supuesto lo mejor es ver el lado divertido y asumir los daños colaterales como el peaje necesario para poder decir….”yo también tengo un perro loco checoslovaco”
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