Al Dalai Lama le preguntaron en cierta ocasión; ¿Qué le sorprende más de la humanidad? a lo que él respondió:
“Un ser humano. Porque pierde la salud para ganar dinero, después pierde el dinero para recuperar la salud. Y por pensar ansiosamente en el futuro no disfruta del presente, por lo que no vive ni en presente ni en futuro. Y vive como si no tuviese que morir nunca. Y muriendo se arrepiente de no haber vivido…”
Se podrá compartir o no dicha reflexión pero resulta innegable que está cargada de razones. Más de 20 años disfrutando de animales en mi entorno familiar me hace preguntarme; qué hace que un ser humano sienta la necesidad de rodearse de ellos.
Quizás se busca afectividad generosa y sin contrapartidas, es posible ya que nuestra condición egoísta puede movernos a pedir sin apenas dar; quizás busquemos un lado natural perdido en la noche de los tiempos, un acercamiento a un modo de vida ya casi olvidado….todo es posible e incluso mil y una razones mucho más complejas.
Pero lo que resulta indiscutible es lo que esta raza me ha dado, no es subjetivo ni se presta a opiniones doctas, ni a criterios científicos…no, es algo personal y pertenece al ámbito de lo que sentimos, de aquello que nos emociona, nos asombra y nos aporta, en un mundo programado y condicionado, un espacio de libertad personal.
He tenido multitud de animales en estos años, mestizos, de raza; como gran daneses, mastines, bulldog inglés. He vivido junto a ellos y he compartido una parte muy importante de mi vida, si…resulta gratificante echar la vista atrás y comprobar que he vivido con ellos, no he vegetado o he cumplido obligaciones impuestas…no, he vivido con ellos; juntos hemos sido……y en esta sociedad resulta muy difícil ser, lo habitual es vivir conforme a multitud de imposiciones que aparcan el ser en favor del saber, el poder y la ambición que nos ciega.
En todos ellos encontré algo, no sabría definirlo; un medio quizás para pisar hierba, subir y bajar monte, sentir frío y calor disfrutando con ellos. Pude conectar con todos de un modo muy instintivo, es muy aventurado llegar a decir que los entendía o que me comunicaba con ellos; si que lo intenté y tuve momentos de satisfacción.
Pero la llegada de Leah, nuestro primer perro lobo checoslovaco, hace ya más de dos años, ha provocado un vuelco total en mi percepción, incluso en mis convicciones con relación a una raza, de la que por mucho que me informé …..hoy puedo afirmar que es la gran desconocida y para mí un “eslabón perdido”.
Nunca he observado en otras razas comportamientos, aptitudes y actitudes como las que he podido vivir con Leah. Nunca un animal me ha acercado de un modo tan bestial al mundo salvaje, a lo instintivo, a lo natural.
Entendido el mundo salvaje no como peyorativo o peligroso…no, entendido como equilibrio natural y orden que supera con creces cualquier intento del ser humano por suplir dicho equilibrio y que además….se escapa a nuestro ingente conocimiento.
Tantas y tantas situaciones vividas con ella, tantos problemas aparentemente irresolubles; tanto egoísmo por nuestra parte. Si, egoísmo por no aceptar a un ser vivo tal y cómo es.
Empecinados en modificar su conducta que ya con tan sólo 8 semanas era clara y diáfana, se integró paulatinamente con nosotros – muy lentamente – aceptó su nuevo hogar y su nueva “manada”…pero desde el primer día mostró una absoluta desconfianza a cualquier ser humano ajeno a ese entorno.
Quebraderos de cabeza, socialización forzada, etólogos, medicación…..un sin fin de intentos por modificar una conducta, un ser que tan sólo se comportaba conforme a un instinto primario de supervivencia.
Es mi percepción, mi vivencia, mi convivencia …no un debate sobre el origen de la humanidad o los defectos inherentes a un perro lobo checoslovaco. Leah ha nacido para vigilar, observar y preservar. Leah me ha dado naturaleza a raudales, astucia desbordante, cariño y protección desmedida…me ha dado una lección, única y muy sencilla…respetar su ser y aprender con ella. Aprender si, a entenderla y sobre todo a leer todas y cada una de sus señales.
La llegada de un nuevo ejemplar, de un cachorro de macho, me ha ratificado en el firme convencimiento sobre esta raza; su llegada y sobre todo la observación de otros muchos ejemplares en multitud de ocasiones.
Tenemos la gran fortuna de recibir un pedazo de naturaleza, un eslabón en definitiva que nos acerca a lo natural, lo instintivo y nos fuerza a entender a una raza diferente…muy diferente y por ello maravillosa. De nosotros depende su existencia, ellos tan sólo son. Que cada uno viva y sienta su propia experiencia, la mía me aporta respeto y admiración .
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