De fracasos convertidos en éxitos.

Hay que esperar cuando se está desesperado, y andar cuando se espera. Gustave Flaubert – escritor francés reconocido por su exitosa novela Madame Bovary – acuñó esta frase, que resume en muy pocas palabras una actitud ante cualquier circunstancia.

Esperar si……pero andando, poniendo los medios para alcanzar la meta que nos desespera. Esta es una historia de ilusiones, de esperanza construida sobre la suposición, en definitiva un castillo en el aire que literalmente se derrumbó. El ser humano propone y siempre, siempre….la naturaleza dispone.

Criamos a Leah – desde que llegó a casa – con un maravilloso animal, un bulldog inglés digno representante de su raza, muy británico él…..flemático, reposado, amante del buen yantar y de las siestas extremas…roncador compulsivo, luchador suicida llegado el caso…. y ante todo un espíritu libre…..muy libre, su mundo siempre fue eso….su mundo.

La llegada de Leah a casa le pilló ya con algo más de diez años, sus tiempos de fuerza y vigor eran ya pasado; estaba ya en una etapa de “jubilación”, disfrutando de sus comodidades, sus manías y un descanso permanente.

Y llegó un tsunami, una bomba de relojería con forma de plc y con dos meses. Estoico, como buen bulldog, capeó el temporal; los acosos y derribos en el jardín, los saltos con mordisco de propina, las mil y una perrerías que sufrió….y se convirtió en el “padre” adoptivo; nunca ejerció de padre, digamos que esa responsabilidad no iba con su genética, sin embargo les unió un vínculo fuerte, sólido y enternecedor.

Y así se desarrollaron los días, los meses…hasta que ese guerrero de hierro, fuerte y valiente hasta el día de su muerte, no pudo más…..luchó con fuerza hasta el último minuto, demostró su apego a la vida con ejemplar dignidad….pero el ciclo de la vida y la muerte es universal y un peaje necesario.

Anibal nos dejó, pero sobre todo dejó a Leah sola; confundida y absolutamente hundida en su actitud diaria, apática y sumida en su rincón….la mirada siempre es un espejo….y la de Leah era un cristal transparente que permitía ver el dolor. 

Decidimos que había que devolverle a la vida, a su vida normal, un compañero….un macho de plc, un cachorro. Búsqueda, mil y un avatares; y por fin la decisión…..un cachorro de una camada de Polonia. Ilusión, mil y una ideas de cómo se comportarían; construíamos castillos, en el aire.

Y llegó el día, nunca olvidaré ese viaje; más de 2.600 kilómetros por carretera hasta Parma en Italia y vuelta a casa. En dicho punto la criadora “acercaba” a tres ejemplares de la camada; una para Italia, la segunda para Francia y el tercero para nosotros.

Nuevos amigos y un viaje relámpago en dos días, con Ciro ya en nuestras manos tocaba el regreso a casa; salimos de Parma muy temprano y sin ningún tipo de contra tiempo llegamos a casa sobre la media noche.

El gran momento llegaba, por fin se conocerían…..pensando en la mejor manera de presentar al cachorro decidimos una estrategia; calculada según nuestro mejor saber y entender.

Nuestra idea era dejar en la calle a Ciro, que fuese Leah desde casa la que lo viese por primera vez en una zona “neutral”…en la calle. Subí a casa y en las escaleras, cuando Leah me vio, su reacción fue la de siempre…locura y alegría.

Y de repente, nunca lo olvidaré, su mirada se fijó en su dueña que estaba en la calle con Ciro…..su cuerpo se tensó, se erizo de la cola a la cabeza, sacó todos los dientes de forma salvaje como nunca antes habíamos visto….emitió un gruñido profundo y se dispuso  – nunca tendré dudas al respecto – se dispuso a matar al cachorro.

Su intención era destrozarlo, casi no pude controlarla; estaba totalmente poseída por un instinto salvaje, primario…..no la reconocíamos. Tuvimos que proteger al cachorro, meterlo de inmediato al trasnportín e intentar calmar a Leah.

Imposible, totalmente imposible calmarla…su única fijación era atacar a Ciro. Todo se hundió, ilusiones, decisiones; todo se convertía en una pesadilla.

Y decidimos buscar ayuda de inmediato, era necesario….nos iba mucho en ello y nosotros no eramos capaces de gestionar una situación en la que una hembra adulta de dos años pretendía matar a un cachorro de dos meses.

En Puebla de Sanabria habíamos conocido personalmente a  Yago, un criador de perro lobo checoslovaco y educador canino; me sorprendió de manera increíble su capacidad, su reposada sabiduría al respecto de la raza, la calma que transmitía y en definitiva una de esas personas que te llegan muy hondo por su manera de ser y estar.

Decidimos molestarlo, abusar de nuestra escasa confianza con él; y cuando le planteamos el problema su respuesta fue humilde y a la vez precisa…debíamos salir a la calle con los dos, pasear una y otra vez de manera intensiva, sistemática y reiterada….hasta agotarlos.

Y así empezamos, los primeros paseos eran proteger al cachorro de las acometidas de Leah; su actitud seguía siendo salvaje y agresiva hasta la saciedad….un paseo, dos, tres, cuatro…todo en un corto espacio de tiempo…sin dormir apenas.

Pero en cada salida a la calle observábamos un cierto grado de tolerancia, mínimo pero palpable; una y otra vez seguimos con el método y cada vez la tolerancia era mayor.

Pero la vuelta a casa era un desastre, en cuanto Leah observaba por detrás que Ciro entraba en casa…..se giraba erizada y gruñendo como una bestia con todos los dientes fuera….los tuvimos en espacios separados. Pero cada hora que pasaba era un logro, pequeño pero un logro. Las salidas a la calle eran ya más tranquilas y apenas hacía por ir contra él, veíamos un poco de luz en todo esa oscura pesadilla.

Un buen día, este si quedará grabado en mi memoria, decidí que era el momento de que Leah estuviese al lado de Ciro y dentro de casa; la subí al espacio en el que el pobre cachorro se encontraba, dentro de su transportín, y dejé que se acercase….gruñía, olía e intentaba morder…pero estaba a su lado.

A las pocas horas repetí, pero esta vez lo dejé suelto sujetando a Leah del collar……me quedé impresionado, llegó a acercarse y olerlo, intentaba morderle pero ya no era la actitud salvaje y primaria, algo había cambiado.

Y sin saber por qué, ni cómo…..mire a Leah a los ojos y la solté, fue el momento más tenso de mi vida. Se acercó al cachorro, lo olio por todo el cuerpo y en ese momento se inició un vínculo que a día de hoy es irrompible e inseparable.

Desde estas líneas mi inmenso agradecimiento a Yago, a su sabiduría y sobre todo a su humanidad; gracias una y mil veces Yago…….un rotundo fracaso se convirtió en un tremendo éxito.

Esperamos si….pero andando, y en ese camino encontramos a quien desde la humildad ostenta por derecho propio el calificativo de experto no sólo en la raza, no de salón o de pandereta; un ser humano extraordinario y admirable. 

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