La cara oculta del plc.

Cada cosa tiene su belleza, pero no todos pueden verla” . Frase atribuida al filósofo chino Confucio.

Aunque tengo mis serias dudas sobre si no podemos ver, o quizás tan sólo miramos….mirar y ver son ejercicios diferentes, el primero es natural, sencillo y no cuesta esfuerzo alguno; el segundo requiere atención, interés y cuando menos cierta sensibilidad.

Si bien el plc es un animal único y complicado, perfecto en su naturaleza y “defectuoso” en nuestra sociedad; es necesario señalar que la combinación de ambos polos es la causa que genera nuestra adicción a la raza.

Y es de justicia reconocer que la raza enamora en ambos casos; al mirarla y sobre todo al ver la cara oculta de estos ejemplares.

Todo en esta vida está lleno de relativismo, de calculados intereses y de medidas doctrinas; lo sencillo y bello se oculta tras la rutina de nuestros ojos. Y en el perro lobo checoslovaco no resulta una excepción.

Lo aparente, lo que vemos a primera vista, reduce el contenido a un bosquejo tan simple como peligroso; esta raza es llamativa, que duda cabe, bella en su recuerdo de su majestad el lobo.

Pero esa primera vista puede llamar a engaño, puede simplificar no sólo la apariencia si no determinadas conductas habituales en el plc. La conducta de un ejemplar de plc, en público, depende de muchos factores; pero el entorno es determinante.

Y lo es por mucho que nos empeñemos, por mucho que juremos que nuestro trabajo de socialización con el ejemplar es para figurar en los anales de la raza.

Y es que ya empiezo a estar un tanto enervado con determinadas “muestras” de pan y circo romano, empeños desmedidos en ponerle un tutú de bailarina al plc intentando mostrar que son una raza más de perros …. capaces de mantener el tipo en cualquier entorno.

Y lo son….que duda cabe, al igual que un ser humano aguanta estoico el peñazo de un acto social infumable un ejemplar de plc – por regla general – aguantará  que le pongamos unas gafas de sol, un sombrero de paja y lo paseemos por una avenida concurrida dónde se le podrán abalanzar niños y mayores admirados por su llamativa belleza.

Y cuidado que no estoy negando la necesaria convivencia del plc en sociedad, no….tan sólo niego esa imagen de falsa integración.

La raza tiene sus peculiaridades, su indudable ser; entre ellas no figura que estos ejemplares se encuentren en su “salsa” rodeados de ruido, gente y estímulos urbanos. Estarán, unos mejor que otros, pero ninguno de ellos encontrará en dichos momentos su espacio ni su medio.

Sublimar dichas aventuras, mostrarlas como ejemplos de plena integración, es tan peligroso como publicitar que el perro lobo checoslovaco es una raza más.

Y claro, luego llegan los problemas…..el incremento de la moda, los propietarios nóveles que tiran la toalla, los abandonos y las donaciones.

En este país, y con esta raza, estamos en una fase en la que creo existen otras prioridades; otras realidades alejadas de circos mediáticos o de puestas en escena dignas de una telenovela.

No resultaría mucho más sensato informar verazmente, potenciar la tenencia responsable, destacar la verdadera esencia del perro lobo checoslovaco……puedo estar equivocado y asumo la culpa.

La cara oculta del perro lobo checoslovaco no es un misterio, no es una alquimia reservada a doctos gurús; es simplemente su estado natural.

Y el estado natural de un plc es aquel en el que ejercita sus sentidos, en el que desarrolla sus habilidades y da rienda suelta a su peculiar conducta.

Es un estado en el que se siente seguro e integrado con lo que le rodea, estado en el que no está subordinado a las órdenes y conductas aprendidas; si no que de manera libre y voluntaria comparte y ofrece sus mejores momentos……esa es la cara oculta de un plc.

Una cara muy alejada de su vertiente de gruñidos o dominancia, muy alejada de su reticencia a las grandes aglomeraciones; a años luz de su impuesta presencia en entornos necesarios y casi nunca idóneos.  

Esta raza no es una raza urbanita, nada más alejado de la realidad, esta maravillosa raza desarrolla sus capacidades y muestra su ser en entornos naturales.

Y lo anterior nunca jamás debe condicionar su existencia a una reserva natural…por supuesto que no.

Es muy necesario avanzar con cada ejemplar en el trabajo con cualquier entorno, en su tolerancia a cualquier medio; pero de ahí a mostrar una imagen errónea va un trecho.

Nuestro trabajo individual siempre será un logro, una necesaria manera de que un plc conviva en nuestra sociedad; pero será un logro interno, un loable objetivo alcanzado para permitir que su existencia sea mucho más compatible con la sociedad que le rodea.

Pero nunca debiera ser el escaparate público de la raza, no podemos ni debemos engañar a nadie; lograr que un plc esté en cualquier entorno es un trabajo que acarrea tras de sí horas, esfuerzo y dedicación (y siempre habrá excepciones maravillosas).

La belleza aparente se debe completar, en la medida de nuestras posibilidades,  con esa cara oculta que no es un estigma, que no es un misterio, que nunca debe ser otra cosa que la verdadera esencia de una raza que necesita – por parte de todos los que la amamos – un sincero ejercicio de responsabilidad.

Responsabilidad cimentada en informar, de manera transparente, sobre aquello que a simple vista nunca se ve….y que define lo que implica y significa compartir la vida con un ejemplar.

Trabajo, mucho trabajo, que unido a la paciencia nos ofrecerá la posibilidad de convivir con un animal excepcional y diferente…….al que le podremos poner el sombrero de paja y las gafas de sol, no sin antes habernos dejado mucha de nuestra arrogancia en el camino.

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De dioses y lobos.

“La creencia en algún tipo de maldad sobrenatural no es necesaria. Los hombres por sí solos ya son capaces de cualquier maldad”.

Impresionante reflexión atribuida a Józef Teodor Konrad Korzeniowski (Joseph Conrad) ilustre novelista polaco y que adoptó la nacionalidad británica.

La indudable levedad del ser, humano por supuesto, conduce sin exclusiones a necesitar un argumento excelso y sobrenatural que guíe nuestra conducta.

De algún modo una patente de corso, que ampare moralmente nuestra capacidad para trastocar el orden natural; para moldear en el torno de nuestro inmenso poder todo lo que nos rodea.

Digamos que desde la noche de los tiempos el hombre,  en su infinita levedad, admiró todo lo que no llegaba a comprender; fruto de dicha admiración se generaron cultos paganos, religiones y doctrinas.

Patentes de corso, en algunos casos, para justificar moralmente una falsa supremacía; descabelladas logias y sociedades secretas para preservar intereses y clases emergentes.

Todo ello es historia, parte de nuestra corta existencia, que sigue perviviendo en nuestros días; quién sabe si en siglos venideros asistiremos a un rumbo diferente.

El universo, ese gran desconocido, marca pautas que convierten a nuestro planeta en parte de un engranaje misterioso, preciso y cíclico; dónde ayer y hoy los dioses – llámese a la naturaleza cómo a cada cual le venga en gana –  siguen campando por sus respetos y recordando, de manera sarcástica, lo pequeños e insignificantes que somos.

Un amanecer sigue siendo una obra de los dioses, una sinfonía perfecta y armonizada por la vida y la muerte; la fuerza de la naturaleza sigue demostrando que ningún ser humano puede planificar, controlar o prever su alcance.

Fuerzas de vida, fuerzas de muerte, ciclos que durante millones de años presiden nuestra levedad; dioses que allá en su particular Olimpo observan silenciosos nuestras proposiciones, para finalizar disponiendo aquello que en cada ciclo corresponde.

Pero el ser humano adolece de un catálogo de defectos incomparable, sin parangón en la naturaleza, hace gala de su levedad a diario…pero del mismo modo suple su pequeñez con altivos  deseos.

Y jugar a ser dioses es la recurrente práctica de la humanidad, por un lado los creamos a nuestra conveniencia y por otro suplantamos su poder y capacidad.

Jugamos con la vida y la muerte,  nos adentramos en el propio misterio de la vida suplantando fuerzas desconocidas; y aunque peligroso,  y de alcance desconocido, seguimos de manera obtusa sentados en el Olimpo de la estupidez.

Mientras tanto los dioses siguen su curso, la primavera explota en una sinfonía de olor, color y vida; cada estación aporta lo necesario para una precisa continuidad…..pero las señales son evidentes.

Nuestra estupidez Olímpica ha trastocado el orden natural, ha modificado el entorno, ha extinguido especies y sigue siendo el mayor peligro para generaciones venideras.

Y seguimos encantados de habernos conocido, exultantes por nuestro poder y capacidad, arrogantes hasta el insulto.

Los senderos y trochas ya apenas son hollados por un paso ágil, rítmico y liviano; ya casi no podemos admirar el brillo de unos ojos penetrantes en plena oscuridad; jugando a dioses casi hemos exterminado a una de las especies más admirables del planeta.

Su majestad el lobo, por derecho propio de sangre, ha sido coronado por la naturaleza; elevado a un rango Olímpico y transmisor de una lección universal.

Siglos de admiración, incluso de culto, siglos de incomprensión y persecución han asistido al nacimiento de una enciclopedia para quien desee ojearla….

Sigilo, mimetización, adaptación al entorno, resistencia, sentidos desarrollados a su máxima expresión, gregarismo y orden jerárquico, distribución de tareas…y lo más importante……..un atávico rechazo al ser humano, una permanente huida hacia adelante.

Su consciencia de nuestro peligro es admirable, aquilatada durante siglos, pero esa misma capacidad ensalza la leyenda; magnifica el aura de lo desconocido y provoca deseo.

El deseo de poseer, de tener una parte de la leyenda a nuestros píes; somos así de duales, exterminamos y deseamos,  es parte de nuestro bagaje y siempre nos acompaña.

El lobo pervive a pesar del hombre, quizás los dioses se hayan esforzado con este ejemplo; el lobo ha sido un “peligro” permanente para el hombre, criminalizado hasta querer convertirlo en cazador de seres humanos, en oscuro animal y especie dañina.

Y sin embargo observar su existencia es una obsesión, alcanzar sus secretos una meta.

Hoy cuando contemplo alguna imagen, de posados en los que cazadores – de billetera y fin de semana –  sonríen ante el cadáver de un lobo, observo la mirada del lobo……háganlo….observen esos ojos sin vida, ese cuerpo destrozado y sangrante…..y comparen las sonrisas de esos dioses del Olimpo de la estulticia con la mirada sin vida del lobo.

Y si no se revuelve su conciencia, si no provoca estupor e indignación…no se preocupen…es la triste historia del lobo, su perenne condición.

Si por el contrario, algo en su interior se activa y provoca rechazo sean bienvenidos al reino de los ignorantes; al de quienes ejercemos de admiradores de la naturaleza, aprendices y eternos súbditos del amanecer.

A quienes no nos cuestionamos por qué amanece, mayoría silenciosa y por ello no menos culpable.

Que los dioses de la naturaleza sigan prestando sus favores al lobo, nosotros sólo prestaremos una mirada de repulsa, en ocasiones una vida entregada…..pero un grano de arena frente al gran juego de la persecución, el acoso y exterminio de aquello que no entendemos; una repulsiva envidia a la belleza de una libertad, integrada con mimo, en su entorno natural.

El ciclo de la vida y la muerte sigue su curso, mientras…… aquellos que admiramos ese espíritu libre, esa belleza primigenia, optamos por acercar un poco ese misterio a nuestras vidas.

Y convivir con un perro lobo checoslovaco nos satisface, colma ese oculto deseo; pero somos conscientes de que no hace falta creer en la maldad sobrenatural, a diario nos acompaña como una vergonzosa herencia de la que jamás lograremos deshacernos.

El ser humano es capaz de lo mejor……y por derecho propio sublime en lo peor.

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La gestión de los conflictos y la ridícula sabiduría humana.

” La verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia”. Rotunda frase atribuida al gran filósofo griego Sócrates.

En que pocas ocasiones llegamos a reconocer nuestra ignorancia……………somos capaces de defender a capa y espada una idea, un concepto o un argumento, a sabiendas de carecer del suficiente conocimiento o experiencia; somos así de quijotes y tirados palante.

Y nunca partimos de una base universal, inmutable y tan vieja como la vida en el planeta; todo, absolutamente todo, es relativo.

Tan relativo que en ocasiones me pregunto cómo somos capaces de sobrevivir, a esa gama de colores que inundan nuestros sesudos devaneos sobre cuestiones tan complejas.

Pero somos más chulos que un pincel poseído en un lienzo en blanco, somos los reyes del mambo argumental y sobre todo ejercemos de sabios de salón.

El ser humano tiende a etiquetarlo todo, a encasillar en pequeños cajones cualquier conducta; así todo aquello que nos resulte llamativo, diferente o sencillamente incomprensible a de tener una sesuda explicación y terminar en el cajón correspondiente.

Y con lo anterior, nunca despreciaré los esfuerzos sinceros en los que se estudia de manera seria y consecuente una conducta.

Y las conductas en el reino animal son nuestro talón de Aquiles, sabemos destruir, exterminar y seguidamente intentar recuperar lo perdido; se nos da de lujo ejercer de apisonadoras en nuestro entorno natural, en ese campo no tenemos rivales, pero me enerva y me subleva – mucho más – cuando surgen modas, movimientos, escuelas y tratados conductuales  cual plaga de langostas en un sembrado.

Resulta que todo tiene su lógica explicación, vamos…. pero sin lugar a la duda o el asombro; resulta que ahora somos capaces de entrar en la mente y cuerpo de cualquier animal …y por lo tanto podemos explicar qué, cuando, cómo y por qué determinada especie actúa o deja de actuar.

Y no hablo de loables experiencias, en las que uno o varios seres humanos han dedicado toda una vida a convivir……convivir……con una especie para intentar comprender su conducta.

No…..intento exponer algo muy diferente, intento reflexionar – reconozco que desde un cabreo supino – sobre la proliferación de escuelas dirigidas a “corregir” conductas en animales de compañía.

Y es que esta sociedad consumista genera sus propios focos de riqueza, de forma paralela a modas y tendencias; y me centraré en nuestra raza, en el perro lobo checoslovaco.

Sobra indicar que esta raza genera conflictos, choca en ocasiones con nuestro entorno inmediato y no digamos ya con el exterior.

Y he aquí que con una raza tan reciente, tan especial y con una genética heredera del lobo, cualquier sabio de salón nos dará lecciones magistrales.

Y es que les ampara la sabiduría obtenida en cursos y seminarios ( de fin de semana), les cubre el aura de su innegable dedicación; sorprende que muchas de estas escuelas, tendencias o tratados conductuales conozcan la raza de oídas.

Sorprende cuando tan siquiera los propietarios, que llevan conviviendo con un plc muchos años, tienen ni tenemos un conocimiento global o contrastado que nos aporte suficiente sabiduría.

Tenemos, eso sin duda, la posibilidad de la observación, la realidad de nuestra propia gestión de cada conflicto; tenemos la experiencia centrada en uno o dos ejemplares. En definitiva tenemos unas pocas piezas, de un puzzle compuesto por miles.

Y reconocer esa ignorancia nos haría avanzar, pero por desgracia en el mundo del perro lobo checoslovaco existe más “sabiduría” que reconocida ignorancia.

Cuando una raza es tan novedosa, cuando además es complicada por naturaleza, en lugar de aunar esfuerzos dirigidos a un merecido estudio global, serio, científico y contrastado, el campo se abona para la ignorancia disfrazada de sabiduría.

Así si el ejemplar rechaza y huye de las personas, ajenas a su entorno inmediato, es debido a una mala socialización. Si el ejemplar reacciona con otros perros de manera dominante y agresiva es debido a mil y una razones en las que el ser humano a cometido errores.

Y mil ejemplos similares en los que todo, absolutamente todo, tiene una sesuda explicación; y el objetivo no es otro que moldear al ejemplar a nuestra magna intención.

Y no puede ser de otro modo, conviven con nosotros, somos al fin y al cabo los responsables de su existencia; pero realmente analizamos qué parte hay de “deformación” por intervención humana y qué parte pervive por una fuerte carga genética.

Mis dudas son razonables, hay y habrá multitud de casos en los que la conducta conflictiva de un plc se deba a la intervención humana; pero existen otros casos en los que pervive un comportamiento libre, reglado por conductas no aprendidas, regido por el instinto natural o la carga genética.

Por desgracia sólo conozco personas – y empresas con su correspondiente ánimo de lucro –  que observando una conducta intentan modificarla sin alcanzar nunca el por qué o el origen de la misma.

Sobran “encantadores” de perros y falta sentido común. Que duda cabe, existen personas que transmiten y son capaces de comunicarse con cualquier animal; pero hacer de dicha capacidad un manual tipo Ikea,  por el que cualquiera puede montar un mueble a su medida, es mucho pedir.

Mientras tanto observamos esas conductas con asombro, intercambiamos experiencias, encontramos algunas soluciones; todo ello desde la más pura afición y devoción a la raza.

Nunca debemos menospreciar  una ayuda ante un conflicto, pero no elevemos una concreta solución – para un ejemplar – al sancta santorum de la sabiduría.

Ayer tuve la oportunidad de comprobar cuan ignorantes somos, en nuestra tozuda sabiduría, ayer el suceso me dio una nueva lección con esta raza.

Ciro con sus seis meses es un ejemplar escandaloso, impositivo y aullador con otros perros, teatral en lo aparente y preocupante para aquel que no conozca un poco la raza.

Me encontraba en un recinto cerrado con Ciro y Leah y se aproximó una persona con un perro raza Husky, un macho grande y poderoso. En ocasiones habíamos coincidido y Ciro lo había abrumado a aullidos en la oreja, pelo erizado y contacto físico agobiante.

La citada persona abrió la valla de entrada y de pronto la reacción de Ciro fue abalanzarse directamente sobre el Husky. Gruñendo y totalmente erizado….. el dueño sujetó al perro, asustado por la reacción que pudiese tener; me aproximé a sujetar al chulo del barrio y en ese momento ambos se enzarzaron en una aparente pelea descomunal en gruñidos y movimientos bruscos.

De inmediato le pedí lo soltase, no era seguro estar en medio de semejante trifulca, lo soltó…….y cuando daba por hecho que allí se cocía una tragedia el Husky, con todo su peso, inmovilizó a Ciro en el suelo se produjo un silencio sepulcral y  ambos se separaron con tranquilidad y estuvieron juntos en el recinto sin ningún problema.

No hubo heridas, no hubo sangre y la lección fue que un cachorro exageradamente provocador y teatrero acabó en su lugar ante un macho adulto y consecuente, sin intervención humana y con una regulación natural digna de admiración.

De sobra se que esto no es un patrón de conducta extensible a otros ejemplares, sobra reconocer que es un caso concreto en condiciones particulares; pero he aprendido que la intervención humana, en ocasiones, puede y de hecho empeora una conducta que se auto regula por los actores de la misma.

Lo difícil es encontrar dueños capaces de sustraerse al humano miedo, y lo seguro es que de esta conducta no crearé una escuela;  pero si he asistido a una gran lección. La de reconocer mi propia ignorancia y estar dispuesto a aprender observando.

Vael, in memoriam

“La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y nos los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba muchas veces y definitivamente”.  Francoise Mauriac escritor francés.

La muerte de un ser querido es una tragedia, una dura experiencia que todos hemos vivido o sin duda viviremos;  ciclo de vida solemos argumentar.

Pero la fragilidad del ser humano no entiende de argumentos ni consuelos, cuando ese ser querido es un bello animal  – que ha compartido con nosotros su vida entera – se sufre de un modo especial y diferente.

No pretendo equiparar pérdidas o sufrimientos, un ser humano lo es y en consecuencia está lleno de bondades, defectos e incluso maldades.

Un animal es un ser único, bondadoso por naturaleza siempre que sepamos respetar su ser; alejado de la maldad humana, aunque pueda estar lleno de defectos incompatibles con nuestra sociedad.

Cuando se comparte la vida con él, cuando se camina a su lado desde su más temprana edad, los momentos y sensaciones nos inundan.

Nos fortalecen como seres humanos, nos aportan limpieza, nobleza y entrega; es muy recurrente lo se….pero es una realidad tan aplastante, que si no fuésemos tan egoístas debiéramos ensalzar.

Y la vida es un ciclo, tan reducido en su amplitud que no sabemos vivir; y cuando la muerte nos toca de cerca es muy difícil sobreponerse.

Es fácil escribir desde la distancia del hecho……….lo se; he vivido esos momentos trágicos  pero nunca es comparable.

Cada ser humano vive, y debe vivir, esos momentos con la plenitud del recuerdo; con la intensidad de todo lo recibido, con la emoción de cada momento y por qué no….. con una sonrisa de felicidad.

La felicidad es un estado transitorio, volátil y poco común; es un bien preciado y perseguido con ahínco.

Esta increíble y maravillosa raza nos da tanto, nos entrega cantidades inmensas de sensaciones y momentos; se convierten no ya en seres amados….alcanzan la condición de un alma libre y admirable.

Quienes convivimos con ellos, sufriendo sus especiales costumbres, riendo a espuertas con sus peculiares trastadas, nos convertimos en adictos a ese espíritu libre y natural.

Una adicción absoluta, sana y edificante; un camino recorrido cada día y en el que debemos aquilatar todo lo recibido.

Y cuando llega la muerte, cuando nos alcanza de lleno, nada ni nadie puede perturbar nuestro dolor. Es nuestro, pertenece al mundo de lo vivido por derecho propio.

Y con estas líneas no pretendo turbar unos momentos tan especiales, tan sólo quiero rendir un sentido recuerdo a una familia compuesta por dos seres humanos y un perro lobo checoslovaco.

En ocasiones nos alejamos de las personas, somos muy estúpidos por que vivimos aceleradamente; pero siempre, en todo momento, una mirada profunda, penetrante y luminosa nos acompañará.

Nunca nos abandonará, nuestro lobo es y será un refugio en la vorágine diaria; un rincón limpio y verdadero, un compañero fiel y sin otra doblez que ser respetado.

Y la muerte nunca puede borrar lo vivido, nunca puede robarnos esos momentos y sensaciones cuando en la soledad del monte compartimos y aprendimos a apreciar un trozo de naturaleza.

La vida sí nos roba, nos arrebata a diario todo lo bueno que anhelamos; la muerte de nuestro perro lobo checoslovaco inmortaliza el más bello sentimiento, el más puro y natural…..inmortaliza la entrega absoluta y consolida una etapa para el recuerdo.

Desde estas líneas, sin pretender turbar ni tan siquiera perturbar, vaya mi más sincero abrazo para Lena y Ricardo que tuvieron la dicha de compartir tanto en tan poco tiempo con Vael …….un perro lobo checoslovaco, libre, noble y que caminó a su lado hasta el último momento. In memoriam.

El silencio de los lobos.

“El silencio es la virtud de los locos”. Francis Bacon, estadista y filósofo británico, dejaba esta frase para la posteridad; su significado podría adaptarse a lo que el lector quiera o desee desentrañar.

Todo es relativo en esta vida, y nada es más inmoral que no saber escuchar; y escuchar el silencio ayuda a entender. Somos escandalosamente ruidosos, el ser humano es un compendio de sonidos que nacen de una falsa supremacía; de una absoluta seguridad en cualquier entorno.

La naturaleza, sabia en su devenir, no escatima sonidos; pero todo mantiene un equilibrio ajustado y perfecto, nada es casual y nada se produce por qué si.

El silencio nunca es tal, y el perro lobo checoslovaco hereda una parte muy destacada de su antecesor el lobo.

Siglos de persecuciones, casi de exterminio total, han podido moldear la comunicación del lobo con su entorno; con sus congéneres y con el resto de seres vivos.

No soy especialista en la conducta del lobo en general, tan sólo admirador de la especie y de todos aquellos que han dedicado parte de su vida y esfuerzo a intentar comprender a una de las especies animales más estigmatizadas de todo el planeta.

Y el lobo es atronadoramente silencioso, su comunicación es reconocida por los aullidos; pero es una mínima parte de su comportamiento comunicativo grupal y con su entorno.

Convivir con un perro lobo checoslovaco, nos ofrece una oportunidad única de aproximarnos a la herencia genética de la comunicación silenciosa.

Cuando se ha convivido con perros, de cualquier raza,  y se comparte la vida por primera vez con un plc hay algo que sorprende; asombra de un modo extraordinario.

Nunca olvidaré mi primera asistencia a una monográfica en Puebla de Sanabria, estuvimos alojados en un camping con bungalows tipo cabañas; calculo que aproximadamente coincidieron más de 30 ejemplares en dicho lugar.

Y no lo olvidaré por que la dueña del recinto, una mañana, nos dijo sorprendida que cómo era posible que con tantísimo animal y en toda la noche no se hubiera escuchado ni un sólo ladrido.

Y así fue, el perro lobo checoslovaco habitualmente no ladra – partiendo de la premisa habitual de que cada ejemplar es un mundo distinto – el plc observa, analiza detenidamente y despliega en cada caso señales mucho más atronadoras que un sonido.

Desde cachorro su eléctrico comportamiento puede no ir acompañado de demasiados sonidos, puede entrar en un estado de “enajenación” transitoria corriendo alocadamente, saltando y persiguiendo fantasmas…y todo ello sin emitir más sonido que el roce de sus uñas contra el suelo.

Y sin embargo cuando “suena”,  por primera vez,  te provoca un extraño escalofrío. Al menos en mi caso así fue, escuchar un gruñido gutural, introvertido y progresivo, ver cómo la cabeza se alza hasta extender el cuello por completo y cómo se inician una serie de aullidos con distintas tonalidades….. es lo más extraordinario que recuerdo.

Pero esa es otra historia, la mirada de un plc es inquisitiva, presta al aprendizaje y la comprensión de todo su entorno; en ocasiones silenciosa….sí…absolutamente silenciosa y penetrante, cuando descubres que te miran a los ojos las sensaciones son extrañas.

Pero cuando realmente observas el silencio más elegante, natural y espléndido es viendo caminar o trotar a un plc en su medio.

Los movimientos del plc son una perfecta coreografía, ni un gasto extra de esfuerzo físico; realmente parecen levitar en cualquier camino, senda o tramo natural y sobre todo apenas se les oye.

En no pocas ocasiones he perdido de vista a Leah, acostumbrando a iniciar expediciones por su cuenta; tras un rastro, o simplemente para observar y controlar el perímetro del lugar en el que se encuentre.

Reconozco que en muchas de ellas me he desesperado, la he llamado por activa y por pasiva…me he puesto hecho un basilisco para descubrir que se encuentra sentada tras de mí, sin haberla oído lo más mínimo…..

Y ese silencio asusta, esa capacidad para mimetizarse con la naturaleza asombra; sin esfuerzo un plc puede ser muy silencioso. Su capacidad auditiva y olfativa refuerzan esa habilidad y lo convierten en capaz y digno heredero de su antecesor.

Podemos calificar como virtud dicha capacidad, sin duda lo es…..una virtud atávica que permite escudriñar, acechar y prepararse para sobrevivir en cualquier entorno; una virtud que curiosamente acompaña a la locura.

La locura excéntrica de la raza, fuera de estereotipos; alejada de la docilidad canina habitual, una virtud extraordinaria que debemos apreciar.

El silencio de los lobos es la atronadora llamada a la reflexión, un grito mudo a la cordura; el recuerdo de la tozuda realidad en la que nosotros, los seres humanos, podemos equilibrar el peso de la balanza…… deshaciendo los errores pasados.

Convivir con un plc me recuerda cada día que no hay nada más preciso, completo, justo y equilibrado que el orden natural; intentar sojuzgarlo sin entenderlo, intentar modificarlo hasta su destrucción sólo conduce a nuestra propia ruina.

Si el silencio es la virtud de los locos………… nuestra estridencia es el mayor defecto de los cuerdos; aprendamos del silencio de los lobos y admiremos su reflejo en el perro lobo checoslovaco.

 

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