Salvaje.

“Si no hubiera sido inventada la sociedad, el hombre hubiera seguido siendo una bestia salvaje, o, lo que viene a ser lo mismo, un santo”. Mijail Aleksandrovich Bakunin filósofo ruso y considerado uno de los padres del anarquismo, nacido en el seno de una familia noble de la Rusia imperial murió en el año 1867.

Las palabras definen, etiquetan y consolidan lo que, sin cuestionarse, se acepta de un modo universal.

La historia deforma, deriva y encasilla términos que para nada se corresponden con la figura alegórica que se pretende mostrar.

Así pretendemos mostrar una imagen de lo imposible, de aquello que en sí mismo nunca puede tener rostro…aunque tenga alma.

Me enciende, me provoca y me pone de muy mala leche la utilización de la palabra salvaje; y casi siempre que se utiliza, se hace de manera gratuita, peyorativa , y lo que ya es enervante…… se adorna con tintes académicos.

La palabra salvaje resulta ser un término antropológico, que intentaba definir un estadio de la evolución humana anterior a la denominada “civilización”.

Y hete aquí que hoy nos regodeamos con la palabreja como sinónimo de cruel, instintivo o irracional; esto siempre que se aplica al ser humano, si de animales se trata entonces su significado cambia sustancialmente.

Al parecer un animal salvaje es aquel que vive en libertad en la naturaleza, no pierdan detalle del fondo conceptual, o que incluso viviendo en cautividad no es susceptible de ser domesticado.

Cada cual sea libre de quedarse con la figura alegórica que considere oportuna, en todo caso me permito ensalzar el hecho de la vida en libertad y en la naturaleza.

Y no se trata de poner el acento en lo anterior, se trata de reivindicar el lado positivo de la palabra salvaje; esta sociedad, mecanizada hasta extremos de globalizada estupidez, es muy dada a encasillar la naturaleza en apartados de aprovechamiento.

Y podremos encasillar hasta las nubes, si nos lo proponemos, pero no deja de ser una solemne gilipollez; pensemos un momento en la reacción cognitiva del ser humano al escuchar la frase “es un animal salvaje”…..el lado emocional disparará una inmediata conducta de rechazo, de miedo y de absoluta defensa.

El ser humano, en ocasiones, juega a ejercer el poder de lo absoluto; juega con mayor o menor sentido a ser un dios.

Nuestra raza, el perro lobo checoslovaco, es el resultado de una partida de ajedrez simbólica entre lo que se dio en llamar el Telón de Acero y Occidente.

Un pequeño eslabón, en el desarrollo de medios para controlar el mantenimiento y desarrollo de un poder.

Una intervención humana, planificando la mezcla de un animal salvaje con uno domesticado; es su historia nos pese o nos alivie, es el origen de esta increíble raza. 

Y la evolución geopolítica trasladó la raza al ámbito civil, se adaptó a esa sociedad civil y al mero hecho del desarrollo de la raza como elemento de compañía, atrás quedaba su originaria intención de medio para el control fronterizo, de seres humanos, en zonas agrestes.

Hoy tenemos ejemplares, junto a nosotros, que siguen siendo una bandera al viento de su propio origen.

Ejemplares que no sólo poseen una capacidad olfativa y auditiva superior a otras razas, que no sólo tienen un pelaje tres veces más tupido que el resto, ejemplares que no sólo tienen la apariencia de un lobo.

Esta raza, bajo mi personal visión, tiene algo que la diferencia de otros animales domésticos; algo que radicalmente le hace ser por derecho propio distinta.

Esta raza sigue siendo salvaje, si….a pesar de nuestros esfuerzos por domesticarla sigue siendo salvaje; es portadora de libertad y de naturaleza.

Y lo anterior no es un bucle melancólico ni retórica de salón, es lo que percibo día a día; respeto y admiro todas las corrientes que, con sana intención, pretenden dirigir la conducta del plc hacia entornos urbanos, sociales y civilizados.

Pero no dejo de admirar ese lado salvaje de estos animales, su comportamiento instintivo, su tozudez arcaica…su despliegue de capacidades en plena naturaleza.

El perro lobo checoslovaco sigue siendo un retazo de esa libertad que, algunos, tanto admiramos; un espejo de la naturaleza en el que los códigos más primigenios se reflejan en conductas.

Salvaje quizás a nuestro pesar, salvaje por derecho propio; evocando recuerdos, en muy pocas ocasiones he podido disfrutar tanto de una explosión de belleza, en su más amplia acepción, que cuando he visto a nuestros dos ejemplares recorrer montes y bosques.

Es en esos momentos cuando sus capacidades, sus increíbles habilidades, se muestran en pleno esplendor; cuando percibes que esta raza no está hecha para la jaula de una sociedad absolutamente predecible y encasillada.

Podré resultar exagerado, excesivo o incluso pueril; pero tan sólo trato de compartir aquello que me hace admirar a estos ejemplares, de elevar el respeto a su esencia y de rubricar su derecho…..si, su derecho a ser salvajes.

Nosotros los creamos, somos responsables de su existencia y presencia en nuestra sociedad; quizás les debamos, cuanto menos, el derecho a ser.

Inventamos esta sociedad, la seguimos inventando cada día, pero nunca olvidemos que antes de nuestra intervención la vida florecía y la libertad no era un derecho…..era un hecho.

Hoy, nos quedan retazos de ese pasado; y esta raza salvaje merece nuestro respeto.

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