“La soledad es a veces la mejor compañía, y un corto retiro trae un dulce retorno”. Jhon Milton poeta y ensayista inglés fallecido en 1674.
Una de las mayores fobias del ser humano es sin duda la soledad, desconocida e inquietante aturde a cualquiera; somos animales gregarios y no estamos preparados para ese espacio reducido a nuestra propia existencia.
Sin embargo, la soledad es un buen ejercicio en su justa medida; impuesta resulta una condena al ostracismo, escogida durante un corto periodo de tiempo ayuda a entender muestra propia existencia.
Esta dualidad apenas acontece en el reino animal, la mayoría de seres vivos lo son gracias al gregarismo; permite sobrevivir aunando esfuerzos.
No resulta nunca excluyente, en multitud de etapas de la vida – de muchas especies animales – la soledad es un destino final; marcado por la propia pervivencia del grupo y arrastrando, a determinados individuos, a una vida errante y solitaria.
El perro lobo checoslovaco resulta especialmente significativo, aturde en ocasiones su desmedida necesidad del grupo, de la manada o cómo quieran definirlo; que para el caso resulta igual.
La soledad no es un entorno favorable a los cánidos, en ningún caso; sea cual sea la raza, lugar o circunstancias, cualquiera de las razas de perros y sin lugar a duda los lobos necesitan la compañía del grupo.
Y aquí entramos en harina, en materia sensible…. sobre todo a los ojos de quien no quiere ver ni con una pantalla panorámica; de nuevo la estupidez humana da paso a argumentos tan torticeros que resultan un compendio de sabiduría egoísta.
Que no todas las razas son aptas para todo el mundo es un hecho objetivo, nos duela, nos repatee los hígados o nos deje indiferentes.
Cada raza tiene, y mantiene, características tan propias como su historia, su evolución y su domesticación.
El plc necesita la compañía del grupo, precisa como el comer o respirar sentirse integrado formando parte de él.
El perro lobo checoslovaco, además, necesita fijar su entrada en “sociedad” en un periodo crucial; desde su nacimiento y al menos hasta el año o los dos años de vida.
Cada etapa de impregnación, del entorno inmediato y exterior, es crucial para su desarrollo.
Y visto y repetido lo anterior, hasta la extenuación, olvidamos que nada se puede lograr si condenamos al ostracismo de la soledad a un ejemplar de esta raza; y no hablo de llevarlo pegado al pecho cual mascota de famoseo.
Tonterías las justas en este caso, hablo de forjar un vínculo necesario desde la llegada a casa del cachorro; hablo de una dedicación que implica compañía y un espacio en su entorno inmediato.
Si la dedicación se centra, exclusivamente, en que el cachorro aprenda ha regar y abonar la calle; si se centra en sacarlo a dar una vuelta cual tarea de oficina ….con toda seguridad la propia esencia del plc dará un vuelco a su comportamiento.
Que nadie se llame a engaño, esta raza no es para nada parecido; esta raza – debemos decirlo alto y claro – necesita de una dedicación muy especial….sobre todo hasta su madurez.
Preparación, información e intercambio de experiencias entre propietarios son claves necesarias; el plc es un reto posible, es un animal tan extraordinariamente especial que, una vez convives con él, algo te une de por vida a su esencia.
No resulta fácil dar pautas concretas, cual manual de uso de una lavadora, al menos para mí; no resulta fácil por la sencilla razón de que existen las excepciones, existen ejemplares diferentes y proclives a una menor complejidad.
Lo que si resulta necesario es entender, de una vez para todas, que este ser vivo adolece de unas necesidades básicas diferentes, por regla general, al resto de razas.
Su innata astucia debe ser canalizada, su heredada desconfianza debe ser minimizada, su extraordinaria capacidad física debe ser satisfecha y por último su natural dominancia debe ser trabajada en pos de ubicarla en su justa medida.
Y para todo ello, ardua tarea, la soledad es la garantía del fracaso; y cuidado, repito……no se trata de vivir pegado a nuestro plc cual segunda piel, no se trata de que sea nuestra sombra.
Existen soledades tan abrumadoras como la soledad física, mucho más destructivas; la soledad emocional es la última frontera antes de entrar de lleno al país del desastre.
La relación con un plc es tan intensa como especial, dependerá de nuestra aptitud y actitud hacia él los logros y fracasos; sin obviar comportamientos extremos – que por supuesto se dan – en los que todo nuestro trabajo y dedicación pueden no lograr el fruto deseado.
Aquí debemos ser muy claros y diáfanos, existe un riesgo; en ocasiones surgen ejemplares complicados, extremadamente recelosos con su entorno exterior, radicalmente enfrentados a la vorágine del entorno urbanita y del propio ser humano.
Y en estos casos cualquier soledad, sea física o emocional, generará un grave problema de conducta.
Podremos acudir a especialistas en conducta, hablo con conocimiento de causa, podremos intentar lo indecible; desde dicha asistencia especializada hasta el uso de fármacos, y puede que no logremos que nuestro ejemplar sea un sujeto “normal”.
Pero incluso, en estos casos extremos, la dedicación y la comprensión de su diferencia nos harán si no avanzar al menos nunca retroceder.
El perro lobo checoslovaco sigue siendo el gran desconocido, la raza sigue siendo el “santo grial” del conocimiento; esta raza hoy, igual que ayer, precisa de una adecuada información; necesita para su propia existencia a futuro eliminar verdaderas gilipolleces como la moda y el capricho.
Esta raza es esclava de su belleza, deudora de una hipoteca vitalicia….su morfología lobuna.
Esta raza está en manos de criadores y propietarios, si ejercemos con sensatez el camino irá forjando un futuro al menos estable; si dejamos que modas, caprichos y negocios mercantiles nos inunden…….el desastre está asegurado.
Un perro loco checo, que así me gusta llamarlo, puede disfrutar en soledad con un simple palo; puede ser un payaso integral en ese momento de encuentro con su propio ser….pero nunca olvidemos que tras esos momentos divertidos existe un espacio del que se siente parte, existe un vínculo que regula su razón de ser y estar.
La soledad puede resultar una buena compañía, siempre que antes y después exista el calor del retorno a la “manada”.
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