“El miedo siempre está dispuesto a ver las cosas peor de lo que son“. Tito Livio, historiador romano y maestro del futuro emperador Claudio.
Son tantas las facetas del miedo que resulta complejo reflexionar sobre ellas, el miedo puede ser repentino, absolutamente irracional, intensamente sensorial; puede ser paulatino, invadiendo cada poro de nuestro entendimiento y generando un estado de ánimo concreto.
El primero resulta sobradamente conocido, quién no lo ha experimentado en alguna ocasión; el miedo paulatino es más complejo, nace silenciosamente y se desarrolla alimentado por nuestra propia incertidumbre.
Normalmente nace en situaciones extremas, ante grandes éxitos (por puro temor a perder lo alcanzado) o ante la perspectiva de grandes fracasos o males inminentes; en todo caso ese miedo silencioso, ese estado de ánimo, se crece ante las dificultades.
Y así es, y lo ha sido desde la noche de los tiempos; sin embargo, el ser humano moderno carece de las herramientas que antaño forjaron la dureza de la supervivencia, de la astucia vital y de la lógica natural.
Hoy nacemos y crecemos en relativa comodidad, al menos en el entorno del mal llamado primer mundo, prima el “me apetece” desde la más tierna infancia, se desarrollan pequeños tiranos de armas tomar; las dificultades no alcanzan a esa estirpe, antes dejaremos de respirar que negarle el capricho al nene o la nena.
Y perpetuamos la “castración” resolutiva, fomentamos la más absoluta dependencia; hoy esta sociedad es fiel reflejo de esa situación, sin entrar en los graves problemas, que actualmente sufrimos y vivimos, resulta curioso que jamás nos paremos a pensar qué estamos perpetuando…..tal vez una sociedad acomodada, una sociedad con síndrome de Estocolmo.
Generamos un vínculo de tremenda afectividad ante lo evidente, argüimos mil razones para no romper esas cadenas; y nos fumamos un puro si se tercia.
Las dificultades no son nuestro fuerte, tan siquiera nuestra trinchera, tal vez ni una pobre esquina en la que guarecernos; las dificultades son actualmente una catástrofe, un mal irresoluble y un estigma para quién las padece.
Existen ejemplos contrarios que nos hacen poner los ojos como platos, son los menos; lo normal es que las dificultades generen un miedo atroz, un miedo paralizante y al tiempo la causa de la profecía autocumplida.
Comprobar que las dificultades al convivir con dos ejemplares de perro lobo checoslovaco son idénticas, en casi todos los casos, es una gran experiencia que debe hacernos reflexionar; dificultades que no son cosa de menosprecio, inherentes al desarrollo del propio plc y propias de la constitución de una manada en su mínima expresión….un macho y una hembra.
Este mundo del plc brilla por su nebulosa oscuridad, al menos quitando cuatro velas poca más iluminación encuentro en el camino, tendemos a ocultar lo complicado, lo difícil, tendemos a mostrar tan sólo lo superficial; y es bueno compartir el lote completo, es muy positivo airear los problemas propios ya que son también ajenos.
La opción de convivir con dos ejemplares es una opción personal, intransferible y respetable en su justa medida; las decisiones se asumen, con la certeza de que el camino no va a ser un paseo bucólico pastoril.
Dos ejemplares de plc son una interacción desmedida entre ellos, un volcán en continua erupción; un mar de risas y lágrimas a partes iguales durante su desarrollo, y mientras la madurez les alcanza su conducta en el entorno exterior puede ser tranquila, pausada y tolerante.
El problema surge cuando se consideran fuertes, seguros y dueños de todo su potencial; cuando la calle es casi su territorio, cuando otros perros son una intrusión, o simplemente cuando ese potencial combinado es una perfecta máquina para amargarle la vida a cualquier cosa que se menee.
Entonces nos superan día a día, el miedo nos atenaza y nos convierte en furtivos “`paseadores”, exploradores de horarios intempestivos y proscritos en nuestro entorno.
Si dejamos que ese miedo nos atenace, si ante la dificultad nuestras armas son el escapísmo y la nocturnidad….mal vamos; de culo cuesta abajo y sin frenos.
Esta raza es muy complicada, mucho más de lo aparente; y requiere ante todo un estado de ánimo – que confieso he perdido en multitud de ocasiones – resolutivo; ante las dificultades debemos actuar, no de manera evasiva.
Resulta muy complicado aportar soluciones concretas a cada situación, si las hubiese sobraría cualquier preocupación; tan sólo existe una alternativa…..compartir y buscar ayuda.
Compartir experiencias, buscar soluciones y sobre todo ayuda en aquellas personas que pueden aportar sus conocimientos y aptitudes.
Se trata de actitud ante las dificultades, de no dejar que ese miedo paulatino anule cualquier solución; no es sencillo, ni fácil….pero es viable.
Y algo que quizás sea subjetivo, y ceñido únicamente a mi propia experiencia, nuestro estado de ánimo lo perciben de un modo asombroso; si el miedo nos atenaza lo percibirán, y su reacción será contraria a nuestra voluntad.
Las dificultades en esta raza son evidentes, las vivencias son imborrables; ocultar los problemas nos conduce al autoengaño, propicia la distorsión de una realidad…… compartir es parte de la solución, siempre que seamos conscientes de que el miedo no debe ser el motor de nuestros actos.
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