“Todo acto de bondad es una demostración de poderío.”. D. Miguel de Unamuno y Jugo, escritor, ensayista, filósofo, político y figura destacada de la llamada generación del 98 fallecido en 1936.
La bondad escasea en nuestros días, resulta huidiza y precaria; no renta mucho y en ocasiones resulta casi un estigma por el que se nos puede tachar de ridículos.
El ser humano es dual por naturaleza, anida en él el ying y el yang del taoísmo; somos parte del universo y por ende reflejo de todo lo que representa.
Cada día nos despertamos con alguna noticia impactante, con algún ejemplo del nivel de crueldad, sadismo o simple brutalidad del hombre para con el hombre.
Del mismo modo, noticias puntuales nos abofetean el alma con ensañamientos y torturas del hombre para con los animales; es así de sencillo y así de habitual……somos capaces de todo lo inimaginable.
Y en esa vorágine del despropósito, en ese carrusel diabólico, a veces perdemos la capacidad de sentir; perdemos esa parte noble que anida en nosotros y olvidamos que también somos capaces de ejemplos increíbles.
Nuestro lado criminal se eclipsa con actos de bondad, con pequeñas muestras de un gran universo; ni todos somos santos angelicales ni diablos retorcidos.
El ángel caído realiza su trabajo en la minería de los sentimientos humanos, pero en dicha mina a cielo abierto también trabaja en precario una pequeña legión de sublimes seres.
Se cosecha lo que se siembra y no hay más bemoles, es así de sencillo; nadie nace cruel ni angelical, nadie lleva en su trasero la marca del innombrable, ni abre los ojos con un aura celestial.
Somos lo que recibimos tras haber escogido, y cada cual es muy libre de ejercer el derecho a ser un soberano hijo de las tinieblas, un gran santurrón o simplemente un ser humano; he ahí el dilema……… y no es fácil ser humano.
Existen profesiones denostadas, estigmatizadas por los tópicos y arruinadas por su incomprensión; doy fe de ello.
Pero siempre he reivindicado que al margen de clichés, y estereotipos bastardos, hay una máxima…. el hábito no hace al monje.
Recientemente, en la ciudad de Alicante, se ha producido un hecho que pasará desapercibido; no llenará titulares de prensa ni moverá masivas emociones.
Varios agentes de la Policía Nacional acudieron a un aviso por maltrato animal en dicha ciudad, ya desde la calle observaron como un sujeto, por no decir un hideputa cum laudem, retiraba los cristales rotos de una ventana.
Al llegar al domicilio encontraron un cahorrín de 9 meses, temblando en un rincón y con la pata colgando; el sujeto responsable de su vida y calvario afirmó que se había roto la pata al ponerse contento y golpearse contra la ventana. El animal tenía fracturado el cúbito y radio.
Me permitirán que haga un inciso, un ejercicio de respiración para no estallar en una vorágine de exabruptos incontrolados, no es fácil controlar las emociones; y mucho menos las ganas de mentar al referido espécimen y a toda su puñetera ralea.
Al final se pudo comprobar que el pobre animal había recibido una paliza brutal, una salvaje paliza por parte de su “dueño”.
Además, posteriormente, se comprobó que también tenía fracturadas todas las falanges de una pata, así como sangre residual en los pulmones y el estómago…….. posiblemente por patadas.
El animal fue llevado por los agentes a un centro veterinario, allí les indicaron que si no era operado de inmediato quedaría cojo y tullido de por vida.
Ante la disyuntiva ambos agentes acordaron pagar el coste de la intervención, y un tercero se hizo cargo del cachorro que no tenía ni vacunas ni micro chip alguno.
Los gastos de la operación y el tratamiento han sido elevados, y debe ser sometido a otra intervención con el mismo coste (unos 700 euros cada intervención).
Me impresiona esta muestra de humanidad, me emociona ver a estos compañeros – que día a día viven el lado menos gratificante de nuestra sociedad – hacer un hueco a la bondad.
Me hace sentir bien, me hace mirar a los ojos a mis perros lobos checoslovacos y ser un poco mejor persona.
Estas pequeñas muestras de humanidad dicen mucho de sus autores, estas pequeñas gestas no se cantarán por bardos al calor de la hoguera ni serán motivo de recuerdo.
En muy poco tiempo olvidaremos a Óscar (que es el nuevo nombre del animal), olvidaremos a Pedro a Enrique y a Francés ( los agentes protagonistas de esta historia )…..olvidaremos que en Alicante se produjo un pequeño gesto y un ejemplo imborrable.
Los que convivimos con esta nuestra raza, en ocasiones, somos egocéntricos…. nos centramos en, por, y para el perro lobo checoslovaco; pero todos nosotros somos capaces de sentir el aliento de la bondad.
Hoy, y desde estas líneas, un gran acto de poderío se reconoce; un inmenso poderío de seres humanos que sirviendo a la sociedad no olvidaron a ese pequeño animal herido y apaleado.
Mis respetos compañeros, mi admiración y mi más profunda emoción.