“¿Por qué, en general, se rehúye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos”. Carlo Alberto Pisani Dossi, escritor político y diplomático italiano fallecido en 1910.
Vivir es un ejercicio diario, agotador en ocasiones y extremadamente relajado en otras.
Vivir siempre es un ejercicio individual, forzosamente solitario; convivir es otro tema. Y desde la noche de los tiempos ambos han resultado un binomio cuasi inseparable.
Exceptuando los anacoretas confesos, milenarios como la propia humanidad, el ser humano es un ser social. Pero nada es lo que parece, y la vida nos pone a prueba mucho más allá de los convencionalismos y los estereotipos.
Vivir implica convivir queramos o no, vivir implica integrarse en una sociedad nos guste o nos repatee los hígados; vivir en definitiva implica aceptar la relativa democracia de las mayorías.
Nuestro espíritu rebelde ha generado diferentes escalones en dicho obligado tributo, pequeños cosmos dónde su reducido número de miembros propicia un desarrollo mayor del ser; pequeños espacios en los que no es necesario parecer.
La familia, los amigos y las afinidades propician esa imperiosa necesidad. Y no es que resulten superiores o inmaculados proyectos por encima del bien y del mal, simplemente son la base en la que se sustentan las sociedades.
Son escuelas preparatorias para la convivencia, pero el propio bucle vital otorga a dichos cosmos el marchamo global de toda sociedad; en definitiva todo está permeabilizado por su época, costumbres y normas.
La convivencia no deja de ser una norma impuesta por cada época, un código de conducta colectivo revisable y en permanente cambio.
Y existe un grave riesgo, un permanente y grave riesgo, la colectivización del ser.
La pérdida total, de la identidad propia de cada ser humano, es un hecho que avanza con paso firme; y no hablamos de experimentos colectivos a lo jemeres rojos en la Kampuchea “Democrática” de Camboya, no….semejantes atrocidades y genocidios son un capítulo aparte.
Hablamos de soledades negativas en medio de grandes masas humanas, soledades que despojan del ser; que propician la pérdida de identidad, la absoluta pérdida del milenario culto al saber.
Potenciar la curiosidad por conocer, la capacidad de saber…. la riqueza de los sentimientos, la necesaria observación de todo lo que nos rodea….todo ello es incompatible con esta nuestra actual sociedad.
La naturaleza no es una religión, no ha precisado inventarse a sí misma; la naturaleza simplemente es, dadora de vida y muerte…dueña de su destino y especialmente del nuestro.
No estamos tan alejados de determinadas especies animales, especies dónde el gregarismo colectivo prima por encima de cada ser; pero la dualidad de la naturaleza nos ofrece otras especies…. dónde sus ejemplares mantienen un complejo equilibrio entre ser y estar relacionados con el entorno.
Nómadas temporales hacen suyo un territorio, son manadas reducidas; rayando la endogamia en muchos casos, transmitiendo de generación en generación un código de conducta y potenciando habilidades en pos de un único objetivo…la supervivencia de la especie.
Nunca sabremos qué parte nos corresponde, estamos quizás cumpliendo un ciclo vital que toca a su fin…puede ser más pronto que tarde.
Me admira la naturaleza, me asombra su crudeza…..pero lo que realmente me pasma es nuestra ceguera; todo lo individual en ocasiones posee un alto grado de libertad.
Libertad primigenia, nada que ver con el uso y abuso de elaboradas estrategias de supremacía en las que la libertad de unos pocos se asienta sobre la esclavitud moral y material de otros muchos.
Y en esta nuestra admirada raza, en el perro lobo checoslovaco, existe un alto componente de libertad primigenia.
Con una reducida dosis de colectivismo, con una moderada necesidad de compañía; y nos rechinan las bisagras de nuestra caduca moral cuando comprobamos su tozuda capacidad de SER.
Y cuasi nos empecinamos en diluir esa característica, en pos de su convivencia con nuestro entorno…nuestro entorno…nunca el suyo.
Compleja cuestión, sin duda, compleja elección cuando queremos tener a nuestro lado un trozo de libertad en medio de la jaula social; no es fácil, no es tarea sencilla.
Observar es una de nuestras mayores capacidades, la estamos perdiendo día a día….la observación provoca reflexión, aporta sensaciones y sentimientos, nos alerta del peligro…..y no hablamos de voyerismo intelectual…hablamos de intentar ver, no solo mirar.
Mirar es muy sencillo, cómodo y de poco esfuerzo; ver es otra cosa, y quienes convivimos con esta raza hemos comprobado, en multitud de ocasiones, como son capaces de observar, atentos y rígidos, fijando su atención en la aparente nada….un bosque, un camino, una senda.
Posteriormente, nuestros sentidos no descubren nada destacable… nada; esa capacidad de observación puede ser un ejercicio, absolutamente admirable, de soledad encontrando la compañía consigo mismos. O quizás tan sólo sea mi necesidad de encontrar una explicación, nunca lo sabré.
En todo caso, la observación es una capacidad individual, subjetiva sin duda, una capacidad imprescindible para sobrevivir; un instrumento para llegar a ver, cualquier animal ve ….no se limita a mirar.
Cien artículos en la más absoluta soledad se cumplen hoy, cien intentos por encontrar compañía conmigo mismo; un ejercicio individual, un homenaje a ellos.
Pero ante todo un sincero intento por compartir una pasión, una visión personal que inició su andadura sin otro interés que ser cronista y notario de todo lo que conlleva convivir con ellos.
Cien artículos en una soledad buscada, trozos de una vida real; una vida compartida y plena de emociones, una vida que a pesar de todo mantiene en alto una sencilla y compleja realidad……el ser humano y el perro lobo checoslovaco.
Esa realidad, personal, es la razón de este ejercicio de soledad….. ellos, y sus ancestros, hace milenios que aprendieron a encontrar compañía en su interior, nosotros seguimos buscando.