“El orgullo de quienes no pueden edificar es destruir.” Alejandro Dumas (padre), novelista y dramaturgo francés fallecido en 1870.
Uno no sale de su asombro ante determinadas cuestiones sociales, normas de conducta asolan el terreno de la lógica y el sentido común; no es que estemos descubriendo la cuadratura del círculo, simplemente nos habituamos y seguimos camino.
Tengo a un vecino propietario de un american stanford, un animal sorprendente; a tal extremo es dócil y sociable que, en un gesto de absoluta sumisión natural, cada vez que se encuentra con Ciro y Leah se tumba boca arriba y se orina.
Pero no es este su aspecto más destacado, con cualquier persona es absolutamente cariñoso, tranquilo y obediente; el animal, además, ha dado muestras siempre de un absoluto desprecio hacia enfrentamientos con otros congéneres.
Descrito someramente el ejemplar, un ejemplar en concreto, pasaré a describir un incidente que sufrí, en propias carnes, hace dos semanas.
Saliendo de casa con Ciro y Leah, nuestros dos perros lobos checoslovacos, iniciábamos camino hacia uno de los montes cercanos.
En la urbanización existe un pequeño tramo entre casas, sin visibilidad hasta llegar a la esquina, y al final del mismo mi sorpresa fue mayúscula cuando observo un perro suelto; un pastor vasco de tamaño similar a Ciro.
El animal al ver a Ciro se lanza directo y frontalmente contra él, tiro de la correa para alejarlo del ataque y el aguerrido can se coloca pegado a Ciro en actitud dominante – cola erguida y cabeza ladeada hacia la de Ciro – busco desesperadamente al dueño e intento sujetar al guerrillero plc, plagado de testosterona e indignado hasta las argollas del arnés, cuando aparece tranquilo el dueño….como si la fiesta no fuera con él.
Mientras tanto, Cris se mantiene alejada con Leah para evitar males mayores. Antes de poder respirar siquiera sucede algo que me deja sin recursos ni capacidad de reacción.
En un movimiento sorprendente Ciro, en absoluto silencio y sin signos exteriores de lucha, engancha al can del cuello; sin esfuerzo ni aviso previo, sin aspavientos ni gruñidos. El dueño se mantiene a unos metros sin reaccionar, pasmado cual pato de escayola e impertérrito ante la situación.
Desesperadamente intento librar al perro de la boca de Ciro, pero en fracción de segundos me doy cuenta de que está abarcando cada segundo más superficie del cuello y el animal empieza a emitir sonidos de asfixia.
Imaginen mi desesperación, intentando liberar la mordida, juro que no hay técnica posible en esa fracción de segundos; de fondo escucho una voz que no para de gritar “lo está matando”……a unos metros y sin acercarse a ayudar.
Al final, y sin ideas, me lanzo con todo mi cuerpo encima de Ciro tumbándolo y logrando , de milagro, que soltase; la reacción del perro al verse libre de la presa fue inmediata…….se lanzó contra mí, mordiéndome en una mano y dejándome cuatro heridas de las que una fue tan profunda que llegó al hueso.
Omitiré la serie de exabruptos lanzados contra el amoroso y valiente dueño, omitiré la mala leche que me inundó y únicamente señalaré que sus sinceras y reiteradas disculpas me calmaron, lo suficiente como para pensar que determinados incidentes deben quedar en el ámbito de lo probable… sin otra consecuencia que el beneficio de la duda.
Sé que podría ser la primera vez que le sucedía, quiero pensar que nunca más llevará a su perro sin el mínimo control; considero que si el incidente sirvió para ello me doy por satisfecho.
Las denuncias, vericuetos legales y trastornos de todo tipo, son asuntos demasiados serios y molestos como para emprender un camino que como mucho lleva a quebraderos de cabeza y poco más.
Entre dueños de animales se supone que debemos buscar aquello que nos une, no fomentar en cada incidente una guerra de guerrillas.
Desde luego reconozco que, habrá ocasiones en las que no queda otro remedio que actuar legalmente…no lo pongo en duda…pero siempre que se pueda evitar estaremos dando un pequeño ejemplo de racional comportamiento.
Al día siguiente, y regresando a casa del trabajo, observo un vehículo patrulla policial en la puerta del vecino – el dueño del american stanford – cuando los agentes abandonan el lugar me intereso por lo sucedido. Había sido denunciado por llevar al “peligroso y agresivo” can sin bozal.
Una denuncia como para dejarte el mes a pan y agua, pero lo cachondo del asunto es lo que los agentes manifestaron al propietario; llevaban días buscándolo ya que una denuncia anónima había advertido de un perro peligroso sin bozal por la urbanización.
Y es que las normas catalogan, etiquetan y se convierten en infalibles; y si el animal está en la lista de perros, potencialmente peligrosos, o asimilados…dese usté por jodio.
Potencialmente no hay animal peligroso, potencialmente lo único peligroso es el ser humano que convive con él.
Pero la alarma social es la mayor norma no escrita que culmina con gilipolleces absolutas, y en este país de alarmas sociales estamos sobrados.
¿No sería mucho más sensato, lógico y racional, sancionar las conductas humanas para con los animales?. ¿ O acaso la peligrosidad es un gen inherente a algunas razas de canes?.
Definitivamente de lo relatado extraigo algunas conclusiones.
Ser propietario de cualquier can es una responsabilidad, para con el animal y para con la sociedad; cumplamos las normas de trato animal y convivencia y dejémonos de regular hasta la hora en la que debemos ir al inodoro.
Educar para ser propietario de un can es una tarea complicada, legislar es complejo pero resulta sencillo.
Un perro lobo checoslovaco es muy de rituales y gestos agresivos, un plc puede buscar la dominancia con otros canes; pero lo indudable, lo cierto, es que si hay enfrentamiento sus capacidades, su astucia, su fortaleza y su genética lo convierten en capaz de finiquitar un incidente de la manera menos deseada.
Depende de nosotros ser sensatos, cautos y ejemplares; depende de nosotros no generar la mínima alarma social, que nos empuje al saco de la potencialidad peligrosa.
Destruir es tan sencillo, construir es un esfuerzo que todos debemos emplear. No queremos vernos abocados a un bozal y un carné para poder disfrutar de la convivencia con nuestros plcs.
¿Acaso no es mucho más peligroso un dueño despreocupado y huevon, independientemente de la raza del can, que otro que jamás ha generado el más mínimo problema y sabe convivir?.
Señores legisladores, regulen ustedes….pero nunca olviden que, mientras autorizan las batidas contra el lobo en nuestro país, el potencial peligro sigue siendo humano.
Reflexionen, reflexionemos.