“La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.” Aristóteles de Estagira, discípulo de Platón, filósofo que dos mil años más tarde sigue siendo un referente. Fallecido en el 322 a. C.
Pavel era hijo del sistema, su padre era miembro del Comité Central del Partido; sintiendo muchas y diversas inquietudes su infancia y juventud se vio rodeada de orden, disciplina y una austeridad religiosa.
Había que mostrar ejemplo del espíritu revolucionario, decía su padre, y siempre anidó en su ser la frustración de una individualidad que chocaba frontalmente con el partido.
Su madre ejercía como Fiscal, alcanzando una desmedida fama en 1952 con el macro juicio contra el antiguo secretario general del partido y otros altos dirigentes; todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados por una conspiración “troskista- titoista y sionista”. Sin embargo no era una mujer dura en absoluto, al menos con él siempre fue una madre tan cariñosa como obsesionada por su protección.
Pero Pavel no soportaba la asquerosa hipocresía, la absoluta mentira en la que vivían, la revolución y la austeridad eran de puertas hacia afuera; los miembros del Comité Central, y sus familias, así como los cargos relevantes del partido, eran una clase privilegiada en la que nunca faltaba nada material. Así era la gran República Checoslovaca, así la vivía.
El colectivismo, y una especie de hibernación nacional, impedían abrir su natural espíritu inquieto a nada que no fuese la revolución y la entrega. Pavel creció con la fuerza de un joven inquieto, con tantas inquietudes como frenos hallaba a cada paso.
Y llegó el día, terminaba sus estudios secundarios y debía escoger; la universidad no era algo que atrajese su natural espíritu, el partido le provocaba una repulsión que nunca manifestó pero que anidaba en su ser, le quedaba el ejercito.
Su padre no opuso resistencia alguna, muy al contrario celebró la elección para mayor gloria de la familia y la revolución. Su madre lloró, repitiendo una y otra vez…..”hijo sabes que estamos al borde de demasiados conflictos”. Pero Pavel sabía que quizás en las fuerzas armadas pudiese encontrar una pequeña válvula de escape a su espíritu inquieto.
Ser “hijo de” no cabía duda que le acompañó hasta el final, y desde luego de forma directa ayudó a lo que sería un antes y un después en su vida.
Su periodo de formación finalizó con brillantes notas y un expediente poco común, fue el número uno de su promoción y pudo escoger su destino como subteniente con tan sólo 23 años.
No tuvo dudas, escogió el cuerpo fronterizo; la situación en aquel año de 1956 era lo suficientemente tensa cómo para pensar que quizás el gran ejercito de la República pudiese protagonizar algún acto bélico en sus fronteras.
Pero la sombra de sus padres ejerció, y su destino fue finalmente en un puesto interior de la unidad canina en la localidad de Libejovice.
Su sorpresa fue mayúscula cuando comprobó que en aquel puesto militar se estaba experimentando, la unidad estaba siendo “remodelada”; y aquel era un destacamento y un proyecto considerado de alto secreto.
Pavel se presentó ante su coronel, un tipo discreto de nombre Karel que lo acogió con cariño y una desmedida afabilidad; su cometido sería cazar lobos vivos, en concreto lobas grises de los Cárpatos.
Se quedó asombrado, nunca hubiese imaginado algo así; con una extraña sonrisa Karel le ordenó le acompañase a las perreras, allí entre los ladridos de los perros, la mayoría pastores alemanes, encontró un pequeño cobertizo cerrado.
Karel asacó de su bolsillo una llave y abrió aquella puerta, en su interior un pequeño descansillo daba paso a un espacio enjaulado de unos seis metros por seis, y allí se encontraba una loba.
Nunca olvidaría aquel momento, la loba se arrinconó en una esquina y sus ojos se clavaron en los suyos; profundos, intensos, sintió un rubor interior, una especie de latigazo moral.
Karel le explicaba su proyecto, el cruce de una loba con un pastor alemán, los beneficios de la resistencia, de la agudeza visual, olfativa y auditiva…pero Pavel no podía procesar nada, la loba seguía clavando sus ojos en él.
Su primera salida se produjo de inmediato, Karel estaba obsesionado y al parecer la loba que mantenía en cautiverio no le servía.
Acompañado de un Sargento primero y dos soldados, a bordo de un viejo Tatra 57, inmune al paso de los años y fiable como todo terreno, se dirigieron a la zona boscosa de Lomec.
Allí los paisanos habían visto, en la última semana, una manada de lobos merodeando. Jan, el Sargento primero, los guió hasta una pequeña senda en pleno bosque.
El Sargento era un curtido sujeto de origen campesino, rastreador por naturaleza sin necesidad de perros, indicó un punto entre zarzas para colocar la trampa.
Pavel se dejaba llevar, todo era demasiado novedoso; montaron la jaula con un trozo de cerdo en su interior, levantaron el portalón delantero y amarraron la cuerda que lo sustentaba a un ingenioso mecanismo que pasando por un viejo tilo finalizaba en una rama colocada frente a la entrada de la trampa, el simple roce de la rama provocaba la inmediata caída del portalón.
Camuflaron la jaula con vegetación y abandonaron el lugar. Regresando al puesto no podía dejar de sentir aquella mirada, todo su interior temblaba, no entendía muy bien por qué pero le perseguía de un modo pertinaz….los ojos de aquella loba le abrieron una herida demasiado interna, demasiado profunda para entender qué le estaba sucediendo.
Durmió poco y mal las noches siguientes, y aquella noche no pudo evitar dirigirse al puesto de guardia; el soldado se cuadró de un salto al verlo entrar a las 3 de la mañana, dormitaba en la silla.
Pavel le ordenó que le entregase la llave del cobertizo de la loba, sin rechistar el soldado sacó de un pequeño armario la llave y se la ofreció tembloroso.
Cuando se aproximó al cobertizo le temblaban las piernas, pensó que se estaba jugando su carrera y que aquello no podía terminar bien; pero algo interior le atraía, lo arrastraba hacia ella.
Abrió la puerta y, en medio de una absoluta oscuridad, vio brillar aquellos ojos. Nunca recordará qué sucedió, nunca supo ni pudo explicar aquello que allí aconteció.
Sus pasos se movían ligeros como los de la loba, sentía el aire helado de la noche azotando cada poro de su piel; atravesaban senderos, bosques y llanos.
Podía ver en la noche y podía sentir una maravillosa sensación de libertad, le envolvía una exultante euforia…quería gritar de alegría. Flotaba en el camino sin sentir su propio peso.
Llegaron a la trampa y aquel animal giró su cabeza a escaso dos metros del engaño, lo miró y levantando su hermosa cabeza empezó a aullar de un modo penetrante.
Pavel sintió la llegada, sintió el olor y el calor de los cuerpos, un lobo inmenso se restregaba en su pierna mientras cuatro más lo rodeaban mirándole a los ojos. Sintió una calma inmensa, se estremeció y quiso llorar.
Al día siguiente todo el aparato del partido, policía, ejército y comités locales, habían difundido una circular interna y restringida.
“A todos los órganos locales y regionales, se busca a Pavel Dvorak Subteniente de la guardia fronteriza y peligroso enfermo mental. El referido, y la madrugada del pasado día 23 de octubre de 1956, atacó a dos soldados del puesto de Libejovice dejando heridos a ambos; posteriormente y tras liberar a un ejemplar de lobo de los Cárpatos, que se encontraba en fase experimental en el puesto, prendió fuego a las instalaciones militares y sustrayendo un todo terreno Tatra 57 con matrícula militar se dirigió al distrito de Lomec. Allí en un ataque de locura prendió fuego al bosque colindante a la carretera comarcal. Interesa su inmediata detención“.
Pavel despertó en aquella cueva, rodeado del calor de sus cuerpos, ella le miró con dulzura…. siglos de sabiduría recorrieron su cuerpo.
Su vida cobró sentido.