“¿Dioses? Tal vez los haya. Ni lo afirmo ni lo niego, porque no lo sé ni tengo medios para saberlo. Pero sé, porque esto me lo enseña diariamente la vida, que si existen ni se ocupan ni se preocupan de nosotros.”. Epicuro de Samos, filósofo griego fundador de la escuela que llevó su nombre, en la que la doctrina basada en la defensa de la felicidad del hombre, y enfrentada a los mitos religiosos de su época, fue su pilar básico. Fallecido en el año 270 a. C.
Desconozco los planes celestiales para con el ser humano, conozco un poco a nuestra especie; lo suficiente para admirar nuestra valía y denostar nuestra propia necedad.
Cuestión de balanza, o tal vez de punto de vista; lo cierto es que somos capaces de lo más glorioso y eficaces sin par en lo más horrendo.
El juego preferido del ser humano, y el más peligroso, es el de “dios en la tierra”.
Digamos que nuestras necesidades vitales no se conforman con vivir, o en su caso sobrevivir, precisamos alterar la vida o jugar con ella cual dioses ebrios.
Y nos lanzamos al peligroso “juego” de la alteración genética, de la manipulación vital y de la experimentación más absurda con el misterio de la propia vida.
El devenir de las sociedades humanas, su avance tecnológico y científico, ha propiciado excelentes resultados en la medicina; hombres y mujeres inquietos, sabios y admirables, han luchado durante siglos contra el oscurantismo de los tabúes establecidos.
Y los logros han sido admirables, permitiendo vencer enfermedades y logrando minimizar el dolor y el sufrimiento.
Pero no hay valía sin necedad, y en esta última somos los reyes del mambo.
Paralelamente a esas extraordinarias personas, y fundamentalmente en el mundo animal, otros personajes han jugado a Zeus con resultados asquerosamente siniestros.
De tal modo se ha experimentado con la hibridación de razas animales en pos de diferentes intereses, ganadería, investigación científica e intereses diversos. Las razas actuales de canes son un triste ejemplo.
Y el perro lobo checoslovaco no se libra de esa oscura mano, que mece una cuna absolutamente explosiva.
DOLOR, ante la imagen de un animal afectado por una enfermedad degenerativa, cruel y mortal, que destroza su movilidad hasta agotar sus fuerzas condenando al mismo a una muerte lenta y cruel.
Dolor acompañado de indignación ante la estupidez humana, ante los intereses monetarios, ante la falta de escrúpulos y la más absoluta estulticia, al criar ejemplares sin las pruebas mínimas que garanticen la ausencia de enfermedades tan salvajes como la mielopatía degenerativa.
Indignación por el pasado, el presente y el futuro de personajillos; capaces de jugar y experimentar con animales, de frivolizar con la ilusión de sus futuros dueños y de condenar a ambos, animal y ser humano, a situaciones asquerosamente dolorosas.
Esos personajes han existido, existen y por desgracia existirán.
Tras un negocio, en ocasiones, se parapetan destacados mercachifles y mercaderes de ilusiones, malabaristas del engaño y sinvergüenzas de carrera. Y en esta raza los hubo, los hay los habrá…..
RESPETO, al extremo de conmocionar todo mi ser, cuando observo a un ejemplar afectado por la enfermedad; respeto hacia su dolor, hacia su entereza y resignación. Respeto ante un sufrimiento fruto de la más absurda gilipollez humana.
Respeto acompañado de ternura, ante una mirada suplicante…. ante el esfuerzo por arrastrar su cuerpo cada día; ternura incrementada ante lo que representa en su SER.
Heredero de la fuerza imparable de la naturaleza, dueño legal de la libertad más preciada; hijo de la tierra, hermano de la luna y padre del viento……nunca……jamás….. merecedor de esto.
ADMIRACIÓN, absoluta y rendida ante su esfuerzo; ante una lucha con final escrito, ante la exposición pública de una vergüenza y afrenta a su SER.
Admiración hacia él y hacia el calor y cariño de quienes nunca escogieron esta situación, admiración sin límites hacia aquellas personas que a pesar de saber que el cadalso más cierto les espera…a pesar de ello…..miman sus días, calientan sus noches y sobre todo no los dejan solos en ese último viaje cruel.
Mis respetos a ellos, a esos dueños admirables que acompañan cada día el dolor con cariño.
Joaquín Sabina escribió “Y la vida siguió como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”, y nuestra vida sigue del mismo modo que las cosas sin sentido continúan en este “mundillo”.
Nunca me resignaré ante la estupidez, ante la absurda costumbre de joder la vida a animales y futuros propietarios.
Somos herederos de verdaderas plagas en esta raza, mielopatía, enanismo, displasias de cadera y codo, criptorquideos unilaterales etc.
Y desde luego la gran mayoría de estas plagas, por no decir todas, han sido propagadas por personajillos indecentes; absolutamente irresponsables y condenadamente culpables.
La vida sigue, por supuesto, y junto a esa vida no podemos permitir que sobreviva la ignorancia; debemos luchar hasta la saciedad para que todos, aquellos interesados en esta y otras razas, exijan a quienes las comercializan las pruebas de salud que eviten calvarios imborrables.
Mis respetos y admiración a esos criadores que, día a día luchan contra la estulticia y priman el amor a la raza por encima de los beneficios.
Mi absoluta repulsa y hastío hacia aquellos ganaderos que jugando con la salud de animales, y la ilusión y compromiso de sus futuros dueños, propagaron enfermedades que hoy son un azote cruel.
Quizás todo esto sea una pequeña lección, o inmensa según se mire, de la propia naturaleza; como Epicuro ni afirmo ni niego la existencia de los dioses………pero afirmo rotundamente la estúpida condición humana que da píe a estas situaciones.
P.S.
Dedicado a Kenay