El plc en compañía.

Hemos de aprender a vivir juntos como hermanos, si no, vamos a morir todos como idiotas…..

Esta maravillosa frase – del gran defensor de los derechos civiles Martin Luther King – resulta un signo de exclamación, una llamada de atención a la propia existencia del ser humano en cualquier sociedad.

El reino animal, o sus diferentes ínsulas, ducados y condados, genera excepciones en diversas especies; sin duda existen multitud de ellas dónde la soledad es la clave de su misma existencia. Pero esto es lo excepcional en el equilibrio de la naturaleza.

Esa misma naturaleza nos ofrece, en multitud de ocasiones, ejemplos de “malas compañías” convertidas en un paradigma de convivencia. Quién, en alguna ocasión, no ha visto escenas casi imposibles entre animales que, en su vida y entorno, resultan presa y depredador; animales que por una u otra circunstancia aparecen unidos de manera increíble.

Si este es un extremo, de las relaciones naturales, podemos afirmar que el perfecto equilibrio se encuentra – o al menos puede encontrarse – en una convivencia en la que exista una cierta reciprocidad.

Convivir con un plc resulta un trabajo, sin duda, requiere de un esfuerzo y una concreta dedicación…esto es algo innegable; al igual que con cualquier otra raza implica que lo normal sea convivir con un ejemplar…. y ya resulta un mérito agridulce en algunas etapas.

Pero a pesar de su carácter gregario, de su pasión por su “manada”, de su incontestable y tozuda necesidad de ser parte y formar parte de ella; a pesar de todo lo anterior, y en mi propio caso, he podido comprobar que la soledad – dentro de su entorno familiar – puede generar una cierta apatía, una cierta predisposición a una existencia “solitaria”.

Y sin embargo cuando un plc convive con otro ejemplar – sea de la raza que sea –  se observan desesperantes, alucinantes y desternillantes signos de astucia, zorrería y comicidad.  

Se observa un cierto equilibrio en las costumbres diarias, por supuesto que y dependiendo de la pareja – si se trata de un macho y una hembra, dos machos  o dos hembras – no podemos olvidar que se puede generar una cierta tendencia “macarra” en su actitud callejera, tendencia basada en la auto confianza y en la fuerza del pequeño grupo.

Pero sinceramente, y siendo una opinión personal basada en mi propia experiencia, en la balanza de lo positivo y negativo pesa mucho más lo primero.

La compañía de otro animal, al margen de en qué etapa de su vida se produzca, resulta enriquecedora y potencia en el plc un especial interés por “compartir” actitudes, comportamientos y en ocasiones instintos.

Procura un elemento permanente de atención, y carga y descarga – a partes iguales – situaciones irritantes, irrisorias, desesperantes y enternecedoras.

Creo que les aporta vida, al menos puede enriquecerla, considero que a nosotros nos puede aportar un cierto equilibrio y apoyo; todo lo anterior en la medida, en la que la atención del plc no se centra permanentemente en nosotros.

Decidir aumentar la “manada” es algo muy complicado, soy muy consciente; mantener al plc en solitario nunca será un problema o algo desaconsejable – no es tan siquiera una posibilidad que plantee – tan sólo intento constatar que un plc en compañía vive y convive de manera diferente.

Y si acaso podemos, y queremos, iniciar la aventura…..nuestra capacidad de asombro será ilimitada. Personalmente lo aconsejo sin duda alguna, sin otro paliativo que recordar que en definitiva no estamos hechos para vivir solos……y ellos tampoco.

P.S.

Este artículo, o pequeño esbozo, está motivado por las dudas planteadas por Gema. Espero no haberte generado una mayor confusión. No resulta fácil calzarse las botas, y además pretender que estas sirvan a todo el mundo….es del todo imposible.

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