“En el amor desinteresado de un animal, en el sacrificio de sí mismo, hay algo que llega directamente al corazón del que con frecuencia ha tenido ocasión de comprobar la amistad mezquina y la frágil fidelidad del Hombre natural“.
Así expresaba – el gran escritor norteamericano Edgar Allan Poe – su visión hacia el mundo animal en comparación con el Hombre natural.
Se puede estar de acuerdo o discrepar, pero en este mundo nada es blanco o negro y todo es relativo; ni la maldad es innata al ser humano ni la bondad es un bien patrimonio del reino animal.
Todo es relativo y tanto en el ser humano cómo en el mundo animal se recogen comportamientos increíbles. Y dentro de dichos comportamientos los más inexplicables se producen en el reino animal.
La psicología y la sociología tratan de dar explicaciones coherentes a los comportamientos individuales y colectivos del hombre en su entorno, la etología estudia el comportamiento animal.
Y sin embargo la etología no puede cubrir de manera genérica la totalidad de las especies, el comportamiento de un felino poco a nada tiene que ver con el de un reptil.
Y descendiendo en esa pirámide maravillosa, del reino animal, llegamos al perro lobo checoslovaco. Estoy firmemente convencido…….. esta raza es digna de un estudio exclusivo y completo por parte de la ciencia.
Los propietarios alcanzamos la confirmación de hábitos, costumbres y rarezas en base al intercambio de información; nos asombramos al conocer que tal o cual ejemplar actúa de manera idéntica al nuestro.
Dichos comportamientos y actitudes configuran de manera exclusiva a la raza, generan por lo tanto un patrón de conducta simétrico al margen del origen del ejemplar.
Y no hablamos de si ladran, aúllan, gruñen o estornudan; de si mueven el rabo en círculos o barren el suelo….no…… en ocasiones es algo cómico, desquiciante, alucinante e histriónico; en resumen teatral y exagerado.
Entre dichas “rarezas” existe una casquivana y retorcida, repetitiva desde los pocos meses de vida hasta bien entrada la “adolescencia”.
Como diría un propietario de plc se les activa la tecla de las nueve de la noche…….gran definición Hugo.
Esa tecla mágica, la primera vez que se activa, provoca asombro, incredulidad y pasmo a partes iguales. Y juro por todos los dioses que nadie está preparado para semejante ritual – espectáculo .
En el caso de Leah lo anterior ha sido, hasta hace pocos meses, una función impuesta a partir de las diez de la noche, más o menos.
Uno que es muy previsible ponía en práctica la noble idea de sacar todas las tardes a la “fiera” – en sus primeros meses de vida – de manera compulsiva, cansarla, agotarla, desfondarla……. con el sano objetivo de tener paz y tranquilidad tras la cena, de poder disfrutar en definitiva de momentos de relax antes de ir a dormir.
Pero uno sigue comprobando lo mastuerzo que puede ser a la hora de disponer nada con esta raza, paseo intenso…agotador y llegada a casa; hasta ese punto el guión se cumplía al píe de la letra, tras el agotador paseo la última toma del día y oh milagro …la loba astuta se tumbaba aparentemente agotada.
La satisfacción, y el orgullo por una buena “técnica”, duraban el tiempo exacto que empleábamos para cenar y sentarnos en el sofá. Y sobre las diez de la noche se activaba la diabólica tecla mágica…..una locura transitoria digna del Circo del Sol, de la tomatina de Buñol, del chupinazo en San Fermín o de una manada de elefantes arrasando un campo de maíz.
No exagero……no magnifico…y probablemente no sea capaz de expresar con palabras lo que acontecía. Todo empezaba cuando la calma reinaba en el cuarto de estar, de repente todo su cuerpo se activaba….la mirada pérdida….las orejas hacía atrás y de manera compulsiva se producía un arranque eléctrico cómo si mil abejorros furiosos la estuviesen atacando.
Iniciaba una carrera alocada saltando sofás, sillones, mesas y dueños…….buscando provocar con mordiscos que nos sumásemos al akelarre iniciado; ni una sola barrera se interponía, doy fe de haber visto saltos inexplicables, piruetas en el aire dignas de un guepardo…..
Atraparla ya era un reto de por si…. y si lo lograba la muy bruja se zafaba de inmediato continuando con su circuito infernal.
La “función” podía durar entre media hora a sus buenos cuarenta y cinco minutos……el primer día asombro y risas, el segundo un cierto mosqueo…los siguientes un supino cabreo enternecedor.
Y hete aquí que no sólo se producía en el cuarto de estar, no…..la sacábamos al jardín en un intento de “calmar” su aparente necesidad de desmedida “expresión corporal”……craso error…fatídico diría.
En el jardín su actitud era la de iniciar una carrera alocada a todo lo largo y ancho, frenética y alocada, a lo que nosotros…….ignorantes e ilusos….nos poníamos en medio observando el espectáculo.
En dichas carreras había una parada obligada, un punto obligatorio para el campeonato de loba retorcida, las piernas de la dueña… o en su caso de cualquier miembro de la familia……verdadero deporte de acoso y derribo con mordiscos en los gemelos o allá dónde la espalda pierde su nombre.
En definitiva una especie de “entrenamiento” para derribar a la presa en una alocada carrera. Y pasaron los meses y cada día, con puntualidad británica, llegaba el episodio de la tecla mágica……..tal y cómo aparecía desaparecía, la vuelta a la calma precedía al sueño.
No recuerdo con exactitud cuando dejo de hacerlo…..pero si que para nuestra desgracia, y con con la llegada de Ciro, tenemos una nueva tecla mágica.
Esta vez el objetivo no es indefinido, la presa ya no somos nosotros; ahora es Leah la que sufre los ataques voraces y alocados del cachorro majareta….y reconozco que, en ocasiones, esbozo media sonrisa recordando las mil y una putadas que ayer nos hacía y que hoy sufre en sus lomos.
Rarezas de la raza, inexplicables comportamientos…al menos para este sufridor de los mismos…..pero sin duda deben tener una razón de ser, ante todo por su extensión generalizada en muchísimos ejemplares.
Y juro que, a pesar de lo alocado y psicotrópico del comportamiento, me llega al corazón…directamente y tras pasar por las debidas fases de negación, indignación, aceptación y resignación. Es lo que tiene tener un perro loco checoslovaco.
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