“La concordia hace crecer las pequeñas cosas, la discordia arruina las grandes“. Caius Sallustius Crispus, uno de los más importantes historiadores latinos del siglo I a.C.
A pesar de todos nuestros defectos, o quizás gracias a ellos, el ser humano precisa de la parte emocional cual aire para respirar.
Nunca dejaremos de ser sentimentales, es una necesidad y por suerte una fuerza imparable que aún hoy nos mueve hacia la emoción, la compasión, la tristeza, la ira o la propia ilusión.
Esa parte no cognitiva, ese componente irracional del ser humano es , si me lo permiten , el mayor tesoro que podemos aquilatar; pertenece a la esfera de lo personal, cada uno de nosotros vive de un modo especial ese universo incontrolable.
Pero lo cierto es que en todos nosotros, o al menos en casi todos, anida la emoción, la compasión, la tristeza, la ira y la ilusión; y nadie asiste a clases magistrales, ni realiza doctorados para mantener esa fuerza interior que nos transforma.
Curioso misterio, inexplicable dualidad la del ser humano; capaces de lo mejor y de lo peor, quizás esa dualidad sea un binomio inseparable….. sin el cual dejaríamos de ser humanos.
Estas fechas son proclives a la hipocresía, plaza fuerte de mercachifles y manipuladores, campo abonado para negociar con los sentimientos y en definitiva triste parodia de buenas voluntades.
Pero debemos reclamar el derecho a la felicidad, y no ante ningún Parlamento o institución; el derecho a la felicidad reside en nosotros mismos.
Resulta imposible definir felicidad, cada ser humano la percibe y vive de un modo muy diferente; pero hay un hecho objetivo por el que debemos empezar, para alcanzar algo parecido a la felicidad es necesaria una gran armonía.
Convivir con un perro lobo checoslovaco ofrece, no me cansaré de repetirlo, una oportunidad única de observación; sin embargo hay una condición sine qua non, debemos ver….no limitarnos a mirar.
La armonía puede llegar a ser un estado de ánimo permanente , la naturaleza contiene en cada rincón una gran dosis de armonía; esta raza de igual modo es un ejemplo.
Observe usted a un plc y podrá comprobar, a simple vista, que existe una armonía morfológica muy especial; está labrado de manera práctica, muy práctica, todo su cuerpo está preparado para esfuerzos intensos, resistencia extraordinaria y agilidad impresionante.
Pero su verdadera fortaleza estriba en su carácter, un compendio de fuerza, astucia, atrevimiento y cautela a partes iguales; las conductas habituales del plc – al menos las más comunes a todos – están plagadas de absoluta practicidad.
Si tuviésemos que poner un símil, podríamos decir que…. como las personas calladas y reflexivas…. el plc no abre la boca si no tiene nada que decir; ni mueve una pata sin necesidad.
Su condición, su carácter, y en definitiva su herencia genética, armonizan muy poco con el entorno exterior urbano; para ser testigos de armonía, de una felicidad lobuna desmedida, deberemos trasladar al plc a un entorno natural.
Pequeñas cosas que diría Caius Sallustius, pequeñas cosas que requieren de concordia para crecer.
Una noche de paz nos aporta muy poco, las fechas señaladas son efímeras; recurrentes dígitos en un calendario que se repiten llueva o truene sobre nuestras conciencias.
Las pequeñas cosas, sin embargo, aportan sólidos cimientos….creo firmemente en ello; optar por esta raza es una pequeña muestra de respeto y cariño hacia lo natural, lo verdadero… lo libre.
Entre todos los que compartimos esta pequeñez existe, en lo fundamental, concordia……fomentar lo que nos une hará crecer esta locura, sana y reconfortante desviación de la rutina.
La discordia arruinará lo único grande que tenemos….la raza y su ser.
Tengamos…. no una noche de paz…. tengamos la paz suficiente para todas y cada una de las noches, el lejano aullido del lobo nos debiera recordar que existe un mundo real… en el que lo que importa es ser y no parecer.