“Si la pasión, si la locura no pasaran alguna vez por las almas… ¿Qué valdría la vida?”. Don Jacinto Benavente, dramaturgo español y premio Nobel de literatura en 1922.
Efectivamente el alma, la esencia de la vida misma, vive de pasión y locura.
Y no es una necesidad, ni tan siquiera el aderezo vital que nos aportará el éxtasis; no…sin duda forma parte del ser humano, de un modo maravilloso y admirable o de manera cruel y denigrante.
Dualidad propia de nuestra especie, blanco y negro lleno de matices pero paleta de colores al fin y a la postre.
Y sin ser muy conscientes del proceso….. la pasión nos inunda poco a poco, cual gotera imparable. La pasión puede mover voluntades más allá de lo posible, puede alcanzar metas inimaginables y ante todo puede aportar una sana locura.
Por supuesto que existe el lado opuesto, negativo, criminal incluso….pero no es mi intención dedicarle ni una sola línea.
Cuando tomamos decisiones responsables, o incluso alocadas por una pasión irrefrenable, nuestra vida cambia; evoluciona y se transforma.
Decidir convivir con un perro lobo checoslovaco es un hito en nuestras vidas, sin duda lo es; todo cambia de un modo paulatino, te envuelve de manera sutil y progresiva.
Y seamos sinceros, convivir con un plc no tiene absolutamente nada que ver con compartir nuestras vidas con otras razas; seamos honestos, dejemos las ñoñeces para mejores ocasiones.
Somos demasiado arrogantes, excesivamente ególatras y desmedidamente torticeros para reconocer la diferencia.
Cada uno vive su experiencia bajo el prisma de su intelecto, de su educación…en definitiva de sus fortalezas, sus debilidades sus filias y fobias.
Y nunca entenderé por qué en multitud de ocasiones ocultamos, cual vergüenza heredada, una realidad tan evidente como el sol que nos alumbra. Esta raza no es fácil, nos obliga a determinados hábitos, nos condiciona en mayor o menor medida la vida.
Un plc, por regla general, nunca será el perro del hortelano que como mucho ni come ni deja comer; nunca será el modélico chucho que camina suelto a nuestro lado…. atento únicamente a nuestra santa voluntad y sobre todo, nunca será un ser vivo abducido por nuestro poderío humano.
Un plc es otra cosa, heredero de una genética admirable, superviviente nato y por ende astuto e independiente en su justa medida; su fuerza no reside tanto en su poderío físico, no reside en su morfología.
La verdadera fuerza del plc reside en su ser, en su carácter innato; en su instinto de supervivencia me atrevería a decir.
Comportamientos dominantes, alocados e incluso “desobedientes”, necesidad de sentirse pegado a nosotros…literalmente en algunos casos. Astucia inimaginable, aburrimiento notable…y un largo etcétera de diferencias que los hacen únicos.
Y sin embargo, a pesar de todo ello…..nos mueve una extraña necesidad de compartir nuestras vidas con ellos; de explorar un mundo tan lejano como diferente..de vivir con un pedazo de naturaleza junto a nosotros.
Desconozco, por completo, qué motiva a otras personas para cambiar su vida de este modo…..sólo se que nuestras vidas cambian. Y lo hacen más allá de tener un perro, es decir……mucho más allá de la normal rutina de los paseos y cuidados.
Un plc obliga a mantener los sentidos alerta, educa en la santa paciencia y la absoluta resignación, forja un carácter acorde a su propio ser; ello cuando caminamos juntos, cuando respetamos su ser sin que ello conlleve más tolerancia que la línea de lo permisible en nuestro entorno.
Sus etapas de desarrollo, tanto físicas como conductuales, nos irán mostrando su verdadero ser; descubriremos momentos únicos, divertidos y desternillantes, viviremos momentos amargos pero con un bálsamo misterioso……ya que duran un corto espacio de tiempo.
No es fácil, nada fácil…todo lo que vale cuesta y todo lo que cuesta vale; no hablamos de valor material no….hablamos de valor vital, hablamos de un ser vivo.
Tal vez nos mueve, al menos en mi caso, una atávica necesidad de reencontrar un modo de vida ya olvidado; de asumir que la compañía de esta raza es un constante descubrimiento, una forzosa obligación de compartir espacios y naturaleza.
Pero sin duda, en esta paleta de colores existen los grises e incluso los negros; momentos en los que el entorno exterior no es el adecuado para ellos, en los que su propio carácter les hace comportarse de un modo incompatible con la convivencia al uso.
Y luchamos por reconducir conductas, luchamos por insertarlos en todo momento y lugar; el resultado es variable, una de cal y otra de arena.
Un macho adulto, por regla general, tendrá una absoluta tendencia a la territorialidad y la dominación con otros perros, una hembra adulta será obsesivamente dominante, por regla general, con otras hembras y esto no nos va a provocar precisamente momentos de relax paseando plácidamente.
Asumimos el hecho, practicamos hasta la extenuación métodos y rutinas y concluimos, al menos en mi caso, que lo posible es un reto pero lo imposible una quimera.
Y adaptamos nuestra vida a las “peculiaridades” de nuestro plc, pero sinceramente cuando miramos al interior de esos ojos…verdaderos cristales transparentes….algo se remueve en nuestro interior, algo toca nuestro ser; nunca me cansaré de repetir que esa mirada, esa profunda mirada, tiene un magnetismo envolvente, la capacidad de trasladarnos a un estado de admiración inexplicable.
¿Pasión o locura?….no puedo optar por una u otra, pero si se que ambas forman parte de nuestras vidas; y a quienes hemos optado por convivir con ellos, nos mantiene vivos más allá de la rutina diaria, de las responsabilidades , del trabajo y del vacío ocio vegetativo.
Compartir esta fuerza vital es la clave para entenderla, desconozco qué nos mueve pero sí conozco esa mirada y doy gracias por compartirla.
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