“Buscando las cosas inciertas, perdemos las ciertas”. Pensamiento atribuido a Plauto, comediógrafo romano.
Lo incierto realmente es casi todo en esta vida, por no afirmar rotundamente que salvo la muerte el resto es incertidumbre.
En multitud de ocasiones, cada vez con más frecuencia, se acercan personas interesadas en esta raza a quienes somos ya relativamente “veteranos”. La pregunta lógica y recurrente es siempre la misma, ¿cómo es tener un plc?.
Y resulta admirable, sensato y un ejemplo, ese interés por conocer qué supone tener un plc en nuestras vidas.
Para intentar dibujar una respuesta coherente, alejada de cualquier ostracismo o interés, es necesario plantear la pregunta de un modo mucho más cerrado.
¿Tener o convivir?….he ahí la cuestión. No olvidemos que existe una gran diferencia entre tener cualquier animal o convivir con él.
Somos libres y soberanos para escoger cualquiera de ambas opciones, es un hecho que ambas coexisten en las relaciones hombre – animales.
De tal modo hay personas que tienen un animal guardando una finca, trabajando en ella, o directamente trabajan con él.
Hay personas que circunscriben el espacio del animal a una zona acotada conviviendo con él únicamente en los paseos diarios. Y por último hay personas que conviven con el animal compartiendo en mayor o menor medida el espacio familiar.
Existe una gran diferencia, bajo mi punto de vista, entre tener o convivir con un plc.
La raza tiene y mantiene sus peculiaridades, entre ellas la más destacada la necesidad de fijar en toda su etapa de crecimiento y consolidación – hasta los dos años aproximadamente – la impronta de su integración en el entorno familiar y exterior.
Impronta o impregnación de su “sitio” en el entorno familiar, impregnación inicial que permitirá su adaptación al entorno exterior con la suficiente confianza en el referente del dueño.
Distinta sería la situación de un ejemplar que desde su llegada a ese entorno ve acotado su tiempo y espacio físico de convivencia; distinta en cuanto a que, por regla general, el tiempo y espacio físico – del que disfrute con nosotros – será en ocasiones insuficiente para fijar esa fase de impregnación.
La raza precisa de una gran dedicación en los primeros meses de vida, necesita encontrar su espacio dentro del núcleo familiar; trabajar con una sublime paciencia aspectos como las tomas de alimento diarias y los juegos con objetos que despierten su instinto posesivo.
Trabajo que implica mostrarle al cachorro, que ya no es necesario que compita ni por la comida ni por los juguetes…. cómo así lo hacía en su camada.
Aspectos recurrentes, en muchos ejemplares, en los que se da una dominancia extrema con la comida y los juguetes en los primeros meses de vida.
Tan sólo lo anterior, requiere de mucha dedicación; de un entorno común en el que el ejemplar se sienta integrado, tenga un referente y finalice generando un vínculo y su propio espacio.
Por otra parte, difícilmente podremos trabajar la impregnación de estímulos exteriores – coches, bicicletas, ruidos etc. – así cómo su relación con otras personas y animales si no logramos esa fase previa; todo es una pirámide progresiva cuyo objetivo es integrar al perro lobo checoslovaco primeramente en nuestra vida diaria y simultáneamente en nuestro propio entorno exterior.
¿ Se puede lograr sin convivir compartiendo espacio y tiempo?…Probablemente, y dependiendo del ejemplar se podrá; me resulta incierto y por lo tanto con mi escasa experiencia con estos animales no puedo aventurarme a una respuesta rotunda y basada en datos concretos.
Puedo afirmar que durante casi 3 años he comprobado qué, por su carácter gregario, por su absoluta necesidad obsesiva de compartir tiempo con nosotros, resulta mucho más factible para las fases de impregnación compartir espacio y tiempo.
El manejo de esta raza no es sencillo, y cada etapa de sus vidas muestra un rosario de peculiaridades, un largo camino de trabajo y un resultado de satisfacciones único e impresionante.
Nunca perderé de vista lo que a todas luces resulta cierto, aquello que debemos siempre tener presente; no son ejemplares de cadena y patio, no son ejemplares de caseta y guarda…al menos no lo son, si queremos compartir con ellos satisfacciones y no problemas.
Qué duda cabe que cada ejemplar es un mundo diferente, y por ello mismo puede romper la norma general en uno u otro sentido; no es una garantía esa convivencia en espacio y tiempo para estar exentos de problemas, pero sí lo es para poder afrontarlos con una base sólida.
A todas luces resulta cierto que la raza es heredera de un alto sentido gregario, exacerbado me atrevería a afirmar, si las circunstancias colocan al ejemplar fuera de ese entramado “social” seguramente los problemas se agudizarán.
Pero repito, no puedo elucubrar sobre la incertidumbre; tan sólo puedo compartir la experiencia en un sentido y dibujar un panorama incierto en el otro.
Cada propietario ha vivido y vive una experiencia única e irrepetible, ha forjado en mayor o menor medida un vínculo concreto; y en consecuencia toda experiencia es admirable cuando el resultado alcanza la meta.
Personalmente, en nuestro caso, optamos por convivir; optamos por integrar a nuestros ejemplares en el espacio y tiempo de nuestras vidas, hemos tenido muchos problemas, hemos tenido muchas más satisfacciones.
Convivir con un plc es una experiencia única, cercana a la naturaleza ancestral de la raza, aceptar a un plc conlleva el peaje de sus peculiaridades; todo ello es una especie de montaña rusa…..un viaje en el que nunca estaremos exentos de emociones.
Tener un plc es algo muy diferente que me resulta incierto.
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